Volví a
girarme hacia la puerta de la residencia y subí las escaleras agarrándome con
fuerza al acero. Cuando llegué arriba no quise volver la vista, sólo saqué mi
móvil y le mandé un mensaje de socorro a Lil: “Sé que estás
enfadada, pero te necesito. Estoy en mi habitación”.
Cuando llegué
a la puerta, Lil ya estaba allí, apoyada en el quicio y mirándome muy seria.
Imaginé que estaría en su habitación y por eso llegó enseguida. Saqué las
llaves y la dejé pasar.
-
No sé porque pero… lo
siento. – le dije sentándome en la silla del escritorio.
-
Te dije que me suplicarías
perdón. De todas formas, es mejor que no lo hagas si no lo sientes. – apretaba
la boca y fruncía el ceño.
-
Liliam, no me gustó lo que
hiciste ¿vale? Pero tengo que reconocer que me ayudaste a quedarme a solas con
él y… - la miré de reojo. – fue
divertido ver a esa tía gritando como una loca. – me reí.
-
Sólo lo dices para que te
perdone.
-
Lo digo porque es la verdad
y porque cuando te enfadas te salen arrugas en la cara.
-
¿Qué? – corrió hasta el
espejo del cuarto de baño. - ¡Mentirosa!
Empecé a
reírme a carcajadas, Lil asomó la cara por la puerta y apretó aún más los
labios, pero esta vez para intentar no reírse. No lo consiguió.
-
Está bien, te perdono. –
salió y se sentó al borde de la cama. – Pero sólo porque me has dicho que me
necesitas y eso me hace sentir importante.
-
Liliam… – la miré a los
ojos. – Eres importante. Desquiciante, pero importante.
-
Ya lo sé. – aseguró
orgullosa.
-
Pero prométeme que la
próxima vez no vas a… – me quedé callada, pensando en lo que iba a pedirle. –
Da igual, para que me vas a prometer algo que no vas a cumplir.
-
Sí ¿para qué? – se rio. – Y
ahora dime ¿qué te pasa? Venias con una carita por el pasillo…
Le conté todo
lo que había pasado desde que se fue enfadada. Empezando por haberme encontrado
a David, aunque exceptuando la parte en la que había quedado con él. No sabía
si se lo podía contar.
-
¿Primo de esa rubia arrogante
y estúpida? – puso cara de asco.
-
Al menos eso dice su ADN.
-
No puedo creerlo, tiene que
ser adoptado. – me hizo reír.
-
Bueno, él también es un poco
arrogante. De todas formas, no es para tanto.
-
Pero es mala sangre, Rach,
esa tía es mala sangre. – la miré bajando una ceja. – y no permito que a él se
le compare con semejante bicho.
-
¿No lo permites? – solté una
carcajada. – Espera a la boda al menos ¿no?
-
¿Por qué te empeñas en usar
conmigo esos términos tan formales como novio o boda? – me miró indignada y divertida.
. – Sigue antes de que te suelte un sermón sobre mi independencia.
Le hice caso y
proseguí. Le expliqué lo que Matt me había contado de su relación con Rose y le
hablé de mis mareos.
-
Por la pija no te preocupes,
ya se me ocurrirá algo. - la miré con
cara de advertencia. – Algo para que tú le robes al novio limpiamente. – sonrió
con cara de buena. – Y lo de esos mareos… bueno… es posible que sean las
cervicales. Pero si te vuelve a pasar, ve al médico.
-
No me dejas muy tranquila.
-
Rach, cuando te duele un
dedo, no tienes por qué morir ¿sabes?
Liliam se rio
de mí, sabía que era un poco hipocondríaca y solía burlarse. Me decía que
bromeando conseguía evitarme desagradables ataques de ansiedad, que era una técnica
que le habían enseñado y a lo que yo siempre le respondía que los ataques de
ansiedad me los producía ella. Siempre terminábamos riendo.
Miré el reloj
de la mesita y vi que faltaban 20 minutos para mi encuentro con David. Me iba a
costar salir de aquella habitación sin mi amiga y sin que tuviera ni idea de a
dónde iba a ir, así que opté por la mejor opción. Me cambié de ropa y le dije
que necesitaba salir a correr. Refunfuñó un par de veces pero al final se dio
por vencida y se fue a su habitación a estudiar.
Llegué
corriendo hasta la puerta del centro de recreo, David ya estaba allí, se
apoyaba con los codos en la barandilla y me miraba con cara de pillo. Sus ojos
oscuros, eran dos sombras desde lejos, tenía facciones grandes y marcadas y
aunque estaba delgado, tenía una musculatura bien definida. Me fijé en sus
manos, tan grandes como las describía Lil, sujetaban un reproductor de música
que guardó en su mochila al verme y se la colgó al hombro para llegar hasta mí
con andares desenfadados. Me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera y
eso hice. A esa hora de la tarde, ya había anochecido y los jardines del Campus
se alumbraban con pequeñas farolas que descansaban junto a los bancos cada
varios metros. David se paró junto a uno de los bancos que daban a la parte
trasera de la residencia, dónde había visto por primera vez a Matt sin saber
que era él, me pareció mentira. Mi acompañante puso el pie encima del banco, se
subió y se sentó en el respaldo. Me quedé mirándole, parecía un chico de lo más
despreocupado.
-
Vamos, siéntate. – me dijo
mientras señalaba el banco. – No muerdo.
-
Eso espero. Mi padre me
advirtió que no fuera a lugares oscuros con chicos desconocidos y no le estoy
haciendo ningún caso.
-
No eres mi tipo, Rachel. –
dijo con tranquilidad y aunque no me había sentado mal, él pareció creer que
había sonado demasiado borde. – Lo siento, a veces soy demasiado sincero. – ¿A quién me recordaba? – Acepta esto como disculpa. – rebuscó en su mochila y sacó un
par de refrescos. Me acercó uno de cola. – Espero haber recordado bien tus
gustos según la fiesta, me he tomado la libertad de elegir por ti. – dijo
sonriente.
-
Has elegido bien. Y no te
preocupes, prefiero que seas sincero.
-
Me gusta la gente a la que
le gusta la sinceridad. Hay que ir por la vida siendo claro, con respeto, pero
claro como el agua.
-
Estoy de acuerdo.
-
Y por eso me gusta tu amiga.
– le miré sorprendida. ¡Si que era claro! – Y tú me tienes que ayudar.
-
¿A qué quieres que te ayude?
-
Voy a hacerte unas cuantas
preguntas, tú las respondes y esperas acontecimientos.
-
¿Y si no las respondo?
-
Me tendré que ganar el pan
de otro modo, pero no será tan divertido.
-
No estoy entendiendo nada.
-
Porque eres una impaciente.
– sonrió. – Hazme caso y ya verás.
Lo miré de
reojo apretando los labios en una sonrisa a la mitad. Él lo tomó como una
aceptación y de un salto se puso a mi altura, se sacó del bolsillo de atrás de
los vaqueros un papel doblado y empezó a hacerme un cuestionario sobre Lil.
Fueron unas diez o doce preguntas, casi todas bastante triviales, sobre sus
gustos y sus ideas. Sólo un par de ellas fueron algo más íntimas, pero no
llegaban a ser incómodas, ni él quiso meterse en profundidad. No apuntó nada, repetía
las respuestas en alto y afirmaba con la cabeza cuando estaba seguro de
recordarlas. No tenía ni idea de qué iba todo aquello, sólo esperaba que
sirviera de algo.
-
Genial, eso es todo. – dijo
con satisfacción. – Me has sido de gran ayuda.
-
Si tú lo dices…
-
Que sí, mujer, confía en mí.
-
Qué remedio. – me encogí de
hombros. – Por cierto ¿me respondes tú a una pregunta?
-
Por supuesto.
-
¿En serio eres el primo de
Rose?
-
¿De qué conoces a mí prima?
-
¡Dios, es cierto! – me reí
amargamente. – Es la novia de Matt.
-
Eso ya lo sé, pero… –
entonces se dio cuenta. – Espera, espera. ¿Matt es el chico de tu carta? –
asentí con resignación. – ¡Es verdad, todo encaja! ¿Cómo no me había dado
cuenta?
-
Ya ves, el mundo es un
pañuelo.
-
Pues la verdad es que no he
hablado mucho con él. Aunque me reafirmo en lo que vi en la carta, ese tío
lleva el dolor incrustado en los ojos. – me quedé mirándole con los ojos
entrecerrados. – ¿Qué miras?
-
Intento encontrarle la
gracia a tu broma.
-
No es ninguna broma, lo creo
en serio.
-
Pero ¿Por qué?
-
No sé, es un tipo raro.
Saluda a todo el mundo pero no habla con nadie. Sale con mi prima y hay veces
que parece que la evita. Y encima, cualquiera sabe si no eres la única a la que
escribe cartas “especiales”.
-
Lo siento, pero no estoy de
acuerdo, Matt es un chico extrovertido. – De repente, cruzaron dos imágenes por
mi cabeza, la primera situaba a Matt sólo en aquella barra del Pub, el día de
mi cumpleaños. Y la segunda la había vivido aquel mismo día, con los amigos de
Rose. – Bueno quizás, los amigos de Rose no son de su estilo. – le defendí. –
Además, él mismo me ha dicho que está a gusto con tu prima, aunque es verdad
que es menos cariñoso con ella de lo que ella es con él. Pero aun así, lo que
menos entiendo de todo, es que veas sufrimiento en la carta. En serio, ¿dónde?
-
Sólo es una percepción. –
encogió los hombros. – Te dice un par de veces que le da rabia no haberte
conocido más, como si en ti, viera algo que anhela, algo que no tiene, o algo
que no encuentra. – se quedó pensativo. – Quizás yo lo confundí y no es que le
gustes, es otra cosa.
-
Te estudiaste la carta ¿o
qué? – se rio. – Y por favor, mejor cállate, porque me estás dando unos ánimos…
-
Soy muy observador. – se
enorgulleció. – Y siento decírtelo pero, contra mi prima, tienes poco que
hacer.
-
Es demasiado perfecta.
¿verdad? – bajé la mirada, me estaba destrozando anímicamente.
-
No es eso. Que mi prima sea
muy guapa y que tú no seas mi tipo no me da derecho a quitarte méritos. Tienes
tu encanto y cuando te arreglas, como en la fiesta, no tienes nada que
envidiarle a Rose. – le miré sorprendida. – Quizás ella es más exuberante, pero
eso no lo es todo.
-
Gracias. – me ruboricé un
poco. – Pero entonces, ¿A qué te refieres?
-
Mi prima es una arpía. –
soltó una carcajada. – Lo tienes crudo si quieres luchar contra ella por su
Matt. Cualquiera se lo toca, está insoportable, ni siquiera me deja acercarme
mucho a él, dice que soy una mala influencia.
-
¿En serio?
-
Como lo oyes. Pero eh,
tranquila, me siento en deuda contigo.
-
¿Y eso qué quiere decir?
-
Que voy a pegarme a ese tío
como una lapa, le sacaré hasta el número de pie que gasta.
-
Un 42. – solté
espontáneamente.
-
Joder. – me miró asustado. –
Lo tuyo es una enfermedad.
-
Lo sé. – me llevé la mano a
la frente. – Estoy un poco obsesionada.
-
El primer paso es aceptarlo.
Vas bien.
Nos echamos a
reír. David era un chico peculiar, diferente, era fácil hablar con él. Solía
llevar el peso de la conversación, pero te escuchaba con atención y te tomaba
en cuenta. Me resultó un chico inteligente, era simpático y a pesar de que
parecía despreocupado, había demostrado ser muy observador.
Me explicó por
qué quería ayudarme y me sorprendió.
-
Aunque no lo parezca, soy un
romántico. Además, por mucho que quiera aparentar, mi prima no es feliz con ese
tío.
Sonó tan
misterioso como siempre, pero no iba a ser yo quién le rebatiera aquella
conclusión. Si tenía razón, mejor para mí.
Me acompañó
hasta la puerta de la residencia, se había hecho tarde y nos despedimos
brevemente.
Amanda no
había llegado aún. Me tiré en la cama bocabajo y un montón de imágenes pasaron
al galope por mi mente. Empecé recordando Long Beach, la playa, vi la torre del
reloj reflejada en el centro de recreo, vi el lago. Y entonces, empecé a ver
cosas extrañas como David riendo a carcajadas mientras Rose le miraba con cara
de asesina, Matt sufriendo y llorando y Amanda besando a Fred. ¿Amanda besando a Fred? Desperté
sobresaltada cuando alguien tocó mi hombro. Era mi compañera.
-
Tranquila, soy yo. Te has
quedado dormida con la ropa puesta.
-
Te estaba esperando pero se
ve que no pude más.
-
Lo siento, se me hizo tarde.
-
No pasa nada. ¿Qué tal ha
ido todo? Yo tengo un montón de cosas que contarte.
-
¿Sí? Pues enseguida me las
cuentas, pero antes necesito algo.
Amanda se acercó
a mí y me dio un abrazó, se quedó varios segundos fundida a mí y suspiró un par
de veces.
-
¿Qué ocurre? – le pregunté
con preocupación.
-
De todo un poco. – dejó de
abrazarme y me miró con una sonrisa amarga. Tenía ojeras. – Pero empieza tú si
quieres.
-
No, no quiero. ¿Qué te ha
pasado?
-
Pues que Eric, como ya
predije, no ha reaccionado del todo bien. – se tumbó bocarriba en mi cama. – Al
principio creyó que Fred le estaba gastando una broma. Luego le acusó de estar
pegándosela conmigo a escondidas y que sólo estaba poniendo una coartada. – me
miró de reojo. – Fred me llamó agobiado y tuve que irme justo cuando apareció
tu Matt. Por cierto, es surrealista que esté aquí.
-
Lo sé, pero luego hablamos
de eso. Sigue.
-
En fin, cuando me presenté
allí, le expliqué a Eric la verdad pero siguió sin creernos. Tanto es así que
cuando llegó Sarah, se lo soltó todo de sopetón.
-
¿Qué diablos le pasa a tu
novio?
-
Yo que sé. – volvió a
suspirar. – Al menos, Sarah no se lo tomó de la misma forma. Entendió a Fred
perfectamente e incluso bromeó con él. Sé que le habrá dolido la confesión por
el hecho de saber que jamás tendrá nada con él, pero seguro que la explicación
le ha quitado un peso de encima. Es mejor saber que es gay que creer que tus
mejores amigos te están engañando.
-
Me alegro que Sarah
reaccionara así. Ya era hora que dejarais de sufrir, porque al menos tú,
necesitas descansar.
-
Tienes razón. – miró hacia
otro lado. – Pero cómo hago para descansar si mi novio es un capullo que no acepta
que su mejor amigo es gay y que desconfía de mí cada vez que muevo un dedo. –
volvió a mirarme, los ojos le brillaban y la barbilla le temblaba. – Estoy
harta, después de todo, Fred tenía razón.
-
Me gustaría defender a Eric,
pero… - entrelacé mi mano con la suya. -
Esta vez se ha equivocado, lo siento.
-
No es culpa tuya.
Comprobé
sorprendentemente, que lo que mi amiga había estado haciendo, no era juguetear
con su pulsera como hacía siempre, sino que la había desanudado mientras
hablaba. La miró sobre la mano que tenía libre, con nostalgia y con rabia, y la
lanzó a la papelera. No pudo resistir más las lágrimas, se giró hacia a mí y
apoyó su cabeza en mi pierna, tapándose la cara con sus brazos. Le acaricié el
pelo y esperé que se desahogara un poco.
-
Es normal que estés
decepcionada, pero no tomes esto en caliente. Espera a hablar con él y luego
decides qué hacer. – asintió con la cabeza. - ¿Quieres que te cuente todo lo
que ha sucedido en tu ausencia mientras te calmas?
Amanda volvió
a asentir y me puse manos a la obra. Poco a poco fue dejando de llorar e
irguiéndose mientras le hablaba. Sus ojos castaños, estaba empequeñecidos por
la llantina, las gafas las llevaba en la mano y los mofletes los tenía color
salmón. Me escuchaba atenta, como siempre, sin perder detalle. Pensé que sería
una buena periodista, era inteligente, valiente y clara. Tenía un saber estar
especial, pero cuando debía, sacaba su carácter.
-
¿Qué quieres que te diga? Si
ese tío ha aparecido así, aquí, de repente, es una señal. – iba a replicar
pero… – Y no vayas a empezar con excusitas como que tiene novia, vas a hacerme
caso en lo que te diga. – ahora me tocaba a mí escuchar. – Lo primero de todo
es convertirte en su amiga. Te vas a arrimar a él hasta el límite. – entrecerré
los ojos. - ¿Qué quiero decir con eso? Pues que vas a estar para cuando lo
necesite, vas a confiar en él, vas a escucharlo… vamos, todo eso que sé que vas
a hacer aunque yo no te lo diga. Y el límite está en que no vas a pasarte de la
línea de la amistad, de momento. No intentes, ni digas nada que pueda asustarlo
¿de acuerdo?
-
Punto número uno: Ser su
amiga. Entendido. ¿Punto número dos?
-
Paso, a paso. Primero
termina el uno y ya hablaremos del dos.
-
Pero…
-
Nada de peros. – me encogí
de hombros ¿para qué iba a discutirle? – Por otro lado, está ese tal David. Aún
no le he podido dar el visto bueno, pero no sé, me da buena espina. – estuve de
acuerdo con ella. – Y por último… tus mareos. – se echó a reír a carcajadas.
-
¿De qué te ríes?
-
De ti. Las cervicales dices…
-
¿No crees que sean las
cervicales? ¿entonces qué? – me preocupé.
-
Quita esa cara, Rach, que no
te vas a morir ¿No ves que me estoy riendo? – la miré sin comprender. – Yo
también he sentido esos mareos.
-
¿Sí? ¿Y qué eran?
-
Nada que quieras aceptar.
-
¿Quieres hablar claro de una
vez?
-
La primera vez que los
sentí, estaba justo debajo de la torre del reloj, era de noche y Eric estaba a
punto de besarme. Todo se movía, todo menos él, todo desaparecía, menos sus
ojos. – la mirada de mi amiga se ensombreció. – Y… espero que lo hayas
entendido porque no quiero terminar llorando otra vez.
-
¿De verdad crees que estoy
enamorada de Matt?
-
Sí. Al menos, del Matt que
tienes en tu cabeza, ese que has idealizado desde que lo viste transportando
muebles. Que luego lo conozcas y no sea así, es otra historia.
-
Si te soy sincera, estoy un poco
desconcertada y tengo un poco de miedo.
-
Es normal. Tendremos que
esperar un poco para ver qué tal va todo.
-
Sí.
-
Rachel. – mi compañera me
miró con seriedad. – Voy a estar a tu lado.
-
Lo sé.
-
No he terminado. – arrugué
la frente. – Sólo quiero que me disculpes si a partir de ahora no estoy muy
pendiente de lo que sucede a mi alrededor. Necesito desconectar, necesito
pensar. No sé qué va a pasar con Eric y a lo mejor no soy la mejor de las
compañías en estos días.
-
De eso nada. – le agarré la
barbilla con mi mano para evitar que mirara al suelo. – Decidas lo que decidas,
voy a respetar si necesitas tiempo y tranquilidad para ti. Pero si la cosa con
Eric se pone fea, no pienso dejar que te conviertas en un despojo humano post
relación ¿entiendes? – sonrió a duras penas. – Y aún si no puedo evitar eso,
seguirías siendo la mejor de las compañeras. – vi que iba a volver a echarse a
llorar. – No empieces otra vez o tendré que hacer alguna locura al estilo
Liliam. Algo como colarme a hurtadillas en la habitación de Eric y hacerle un
nuevo peinado.
Amanda se echó
a reír, aun así, se le cayeron un par de lágrimas y me abrazó con ganas, como
si necesitara el contacto para mantenerse fuerte.
A veces el contacto físico es necesario, un abrazo calma todas las angustias. Todo lo que rodea a Matt es un misterio y ya tengo ganas de leer más. Un beso grandote Sofi.
ResponderEliminarEl contacto físico a veces es más importante que cualquier palabra que nos puedan decir.
EliminarSí, Matt es muy misterioso, por eso es tan atractivo. Ya tienes más!!