Bienvenido a este blog, dónde podrás descubrir un mundo lleno de personajes que sienten como tú. Comparte conmigo este sueño y ayúdame a alcanzarlo.

Espero que disfrutes leyendo tanto como yo lo hago escribiendo, porque en esta historia también estás tú, que aprendiste a madurar, a conocer, a enamorarte, a elegir, a equivocarte…

Todos vivimos nuestro propio Riverside.

jueves, 6 de diciembre de 2012

CAPÍTULO 11 (Parte 2)


Alcé un brazo tímidamente y su mirada me encontró. Al principio puso cara de estar tan descuadrado como yo. Pero un segundo después, extendió sus labios y sonrió ampliamente.

-          No me lo puedo creer. 

Fue lo último que escuché a través del móvil, luego vi como colgaba y se lo metía en el bolsillo mientras venía hacia mí a grandes zancadas.

-          Rachel. – Lil llamó mi atención pero no dejé de mirarlo a él. - ¿Por qué el novio de la rubia viene hacia aquí?
-          Porque es Matt.

No sabía qué cara había puesto Liliam, no sabía siquiera en qué postura estaban sentada ninguna de mis dos amigas, ya ni recordaba que llevaban puesto. Sólo podía mirarlo a él, a Matt, que venía hacia mí a paso ligero, tan sonriente como siempre aparecía en mis recuerdos, mirándome con sus grandes ojos verdes. Sentía que estaba en un sueño, que aquel chico se parecía tanto a Matt que estaba teniendo una alucinación y estaba segura que cualquiera de mis dos amigas rompería aquel hechizo en breve. Pero no fue así, él llegó hasta a mí y nadie dijo nada. Me miró de arriba abajo, sorprendido, como si él, al igual que yo, creyera estar viendo fantasmas.

-          ¿Rachel? ¿En serio eres tú? – dijo con los ojos de par en par.
-          Creo que sí. – Ya no estaba segura de nada.
-          ¡¿Qué haces aquí?! – miró detrás de mí. – Ya entiendo, has venido a visitar a unas amigas.
-          No.
-          ¿Entonces?
-          Estudio aquí.
-          ¿Desde cuándo? – estaba totalmente desconcertado.
-          Desde el primer día. – Pero eso no era lo importante…  – ¿Y tú? ¿Qué haces aquí?
-          Yo también estudio aquí.
-          No. – le aseguré trastornada. – Tú estudias en Los Ángeles.
-          Eso fue el año pasado. – ser rio de mi descuadre. – Este verano pedí el traslado.
-          ¿Y por qué no me lo dijiste? – estaba algo indignada.
-          ¿Por qué no me lo dijiste tú? – volvió a reír. – Creo que simplemente no salió la conversación. – se encogió de hombros.
-          Es increíble. – Mi mente daba mil vueltas.
-          Sí, hemos estado más de un mes en la misma Universidad y no hemos coincidido nunca. Es cuánto menos curioso. – estaba tan aturdida que bajé mi mirada al suelo perdida en mis pensamientos. – ¿Qué te pasa?
-          Nada. – le miré a los ojos. - ¿Por qué?
-          No sé, estás rara, tanto como cuando creía que te caía mal. – de repente pareció recordar algo. – Ah, ya está, sé lo que te pasa. Estás enfadada conmigo. – puso cara de arrepentido. – Lo siento, sé que tenía que haberme despedido de ti en persona pero me fue imposible.
-          Matt.
-          Cuando llegué estabas dormida y…
-          Matt, mira mis pies.
-          ¿Qué? – Mis zapatillas de diario estaban en la lavadora y llevaba puestas las que él me regaló. Las miró sorprendido. - ¿Te gustaron?
-          Sí, muchas gracias. – le sonreí. – Y tranquilo, no estoy enfadada, sólo sorprendida de encontrarte aquí, no me lo esperaba.
-          Yo tampoco, pero es una bonita sorpresa.
-          ¿El qué es una grata sorpresa? – Dijo la chica rubia que le había besado llegando hasta nosotros y mirándonos con curiosidad.
-          Rose, no vas a creer quién es ella. -  le dijo Matt. – Es Rachel, la chica de la que te hablé. – ¿Le había hablado de mí?
-          ¡Ah, sí! Tu vecina Rachel. Encantada. – Alzó su mano hacia mí y casi pude notar como la hipocresía de su voz cortaba el aire. – Mi nombre es Rose, soy la novia de Matt.

Podría decir que no sabía si me había dolido más la simplicidad de la palabra vecina, o la complejidad de la palabra novia, pero sin duda, novia, quemaba por dentro.
Le estreché la mano lo más sonriente que me dejaban mis náuseas y me pareció notar la misma sensación en ella, jamás me había pasado algo así.

-          Cielo. – se dirigió a Matt sin dejar de mirarme. – Siento acabar con este mágico rencuentro pero… hemos quedado ¿recuerdas?
-          Es verdad. – Mi vecino no pareció muy animado por el recordatorio. – Perdona Rach, tenemos que irnos, nos están esperando. – de repente se calló y se le iluminó la cara. – Aunque podrías venir con nosotros. – Rose le miró como si quisiera asesinarle.
-          ¿Yo? ¿A dónde?
-          Sólo vamos al centro de recreo a tomar algo con unos amigos de Rose. – me explicó. – Vamos, vente con nosotros, así nos ponemos al día. – Parecía suplicármelo con la mirada.
-          Pero estoy con mis… – miré hacia el banco y para mi sorpresa sólo estaba Liliam, sonriendo de oreja a oreja. – mi amiga.
-          Que venga también. – los ojos de su chica iba a salírsele de las órbitas.
-          No sé sí…
-          Claro, me encantaría. – Liliam me cortó llegando a nosotros de un salto y aceptó en seguida. – Así conozco al famoso Matt. – intenté no mover un solo músculo de mi cara pero quise matarla.
-          ¿Famoso? – Matt sonrió de medio lado y Rose entrecerró los ojos.
-          Ya te contaré. – le respondió Lil con tranquilidad. - ¿Vamos o qué?
-          Vamos.

Matt se puso en camino y su pegajosa novia le siguió agarrada a su cintura. Lil se enganchó a mi brazo con su cara de orgullo puesta, para que comenzáramos a seguirlos unos pasos por detrás.

-          Sabes que voy a descuartizarte y a mandarte a trocitos por toda Italia ¿verdad? – le susurré.
-          Calla y confía en mí.
-          ¡¿Qué confíe en ti?! – pregunté entre dientes. - ¿Dónde diablos está el angelito bueno?
-          ¿Amanda? La ha llamado Fred en lo más interesante y ha tenido que irse pitando.
-          ¡Qué suerte! – me quejé. – Se va la cordura y me quedo contigo.
-          Que sepas que luego me suplicarás perdón porque voy a dejarte a solas con ese bombón.
-          ¿No era una exagerada?
-          Sólo un poquito. – se rio pícara justo cuando Matt miró hacia atrás y me sonrió. – Oh, por favor, quita esa cara de imbécil. – me pidió mi amiga.
-          ¡Déjame en paz! Y te lo advierto, ni se te ocurra liarla.
-          Que no. – unió las palmas de sus manos e intentó poner cara de angelito. Se echó a reír de imaginarse a sí misma.

Mientras caminábamos, observé el doloroso cuadro que llevaba delante. Quizás había tenido la increíble suerte de encontrarlo mucho antes de lo que esperaba, allí, en el mismo campus que el mío, prácticamente con todo el curso por delante para conocernos más. Y sí, ni en mis mejores sueños habría pensado algo así, pero la parte negativa vestía de blanco y llevaba taconazos. Su mano, fundida a la de él, parecía burlarse de mí. No la conocía y ya me caía mal, era tan rubia, tan alta, tan… perfecta, que me hacía sentir muy pequeña. Si ese era el tipo de chicas que a él le gustaban ¿qué posibilidades tenía yo? Además, no tenía ni idea de cuánto tiempo llevaban juntos, quizás se habían conocido en ese mes, o quizás ya estaba con ella cuando me llevó en aquel cacharro motorizado hasta el mercado. ¿Y si yo me había montado una película que no tenía ni pies ni cabeza? Demasiadas preguntas sin respuestas, Amanda tenía tanta razón…

Al llegar al centro de recreo, Matt señaló hacía un grupo de chicos y chicas a los que Rose se unió dando saltitos y regalando abrazos y besos. Estaba claro que todos pertenecían a mi denominación de “Hermanos”, todos excepto mi vecino. Se acercó dubitativo y su saludo no fue más que una sonrisa algo forzada, parecía no encontrarse muy a gusto en aquel gremio.

Unieron dos mesas y nos sentamos alrededor, Matt se colocó a mi derecha y Liliam a mi izquierda. Mi amiga estaba muy callada y eso no me gustaba, tenía la sensación de que tramaba algo.
A la hora de pedir, abundaron el agua y los refrescos light y nos miraron como bichos raros cuando Lil y yo nos decidimos por una gran copa de helado para compartir. Mi vecino se rio y se unió a nosotras pidiendo un batido de chocolate con nata.

-          Si se cuidarais más e hicierais más deporte, como nosotros, podríais disfrutar de placeres como éste.

Liliam dejó a todos boquiabiertos, incluso a mí. La que iba a hablar… para ella el zapping debía ser un deporte, porque ya le había propuesto salir a correr un par de veces y siempre tenía algo más importante que hacer, algo como dormir, por supuesto.

-          Dime, Rachel – Cada vez que él decía mi nombre se silenciaba todo lo demás. – ¿Sacas tiempo para seguir corriendo?
-          Lo intento, aunque sólo lo suelo conseguir los fines de semana.
-          Me alegro, porque te debo una carrera. – le miré de reojo. - ¿Te acuerdas?
-          Sí. – le sonreí. – pero sigue pareciéndome tan increíble que estemos en el mismo Campus.
-          Lo sé. Por eso, tendremos que aprovecharlo ¿no?
-          Claro. – sentí un pisotón en mi pie izquierdo y miré a Liliam con asombro.
-          ¿Te traigo la fregona para recoger las babas? – dijo en voz tan baja que tuve que hacer un esfuerzo por entenderla.
-          Lil… - Casi fue un gruñido.
-          Liliam. – Fue Matt quién la llamó y recé porque no se hubiese enterado. – Te llamabas así ¿verdad?
-          Sí. – contestó sonriente.
-          ¿Puedes explicarme eso de que soy famoso? – no quise ni mirarlo, fijé la vista en la copa de helado deseando no estar allí. Debía de confiar en Liliam… ¿En serio?
-          Por supuesto. – Sin mirarla sabía que tenía aquella particular cara de satisfacción. – Es fácil, Rachel me explicó que le salvaste la vida un par de veces y encima le regalaste unas zapatillas. Entonces le dije que un vecino así no podía perderse aunque se fuera a otra universidad y la insté a que te llamara. – La miré sin poder creerlo y me sonrió, realmente estaba disfrutando. – Y fíjate por dónde, estás aquí.
-          Así que, todo ha sido por la salsa para carnes de tu padre ¿no? – él también me sonreía.
-          Bueno, algo así. – acepté sin más remedio.
-          Sí, Matt también me contó esa anécdota. – Rose se metió en la conversación. – No puedo creer que le dejaras que te llevara a comer a ese lugar tan cutre.
-          Rose, el Speedy Chicken es…
-          Un bodrio. – interrumpió a Matt. – Un trabajo que podrías haberte ahorrado, seguro que había cosas mejores. - ¿cómo podía hablarle así?
-          A mí me gustó. – le dije casi indignada.  – Quizás no es el restaurante más lujoso del mundo pero es acogedor y la comida está muy buena. – Matt me miró agradecido. – Además, hay veces que la calidad humana prima por encima de lo demás, y si no me equivoco, a Matt lo trataban muy bien allí.
-          No te equivocas en absoluto. – me dedicó una sonrisa torcida.
-          Pues a mí me lleva a ese lugar y le dejo. – deseé con todas mis fuerzas que Matt la invitara allí. Y también deseé que Liliam se mantuviera callada, notaba como se revolvía en su asiento.
-          Tú estás acostumbrada a otro tipo de cosas. – le respondió mi vecino con tranquilidad.
-          Sí, será eso, me gustan los sitios con clase. – se levantó y besó a Matt. Seguramente, de tener algo en la boca me hubiese atragantado. – Si me disculpáis, voy un segundo a saludar a unas amigas.

La observé mientras se ajustaba el vestido a sus redondeadas caderas, era odiosamente guapa y ella lo sabía. Pasó su mano, de hombro a hombro, por la espalda de Matt sonriendo con malicia. Sabía que intentaba desquiciar mis nervios e intenté ponerle remedio, así que me volví para seguir comiendo, cogí mi cuchara y… no estaba, el helado no estaba. Miré a mi izquierda y tan sólo me dio tiempo de ver como Liliam ya se había puesto de pie con el helado en las manos, se giraba sin mirar y chocaba con Rose, pintando sobre el inmaculado vestido de ésta, un mosaico de colores marrón, amarillo y rosa. La copa se cayó al suelo y estalló en pedacitos y no pude evitar que el grito de Rose me resultara siniestramente divertido. Mi vecino y yo nos levantamos de un salto, los cristales llegaban a nuestros pies.

-          Lo siento, lo siento, no te he visto. – se apresuró a disculparse Lil pero me pareció ver una burla en sus labios. Ella también llevaba la camiseta manchada.
-          ¿Qué no me has visto? Pero si he avisado de que me iba.
-          Perdona, no estaba escuchando lo que decías. – su seriedad me hacía dudar de su culpabilidad, pero entonces, cogió una servilleta y… – Deja que te ayude. – le restregó el helado por todas partes y me fue suficiente para comprender la escena.
-          ¿Qué diablos haces? ¿eres imbécil? ¡Lo estás poniendo peor!
-          ¡Eh! ¡sin insultar! Ni que lo hubiera hecho queriendo. – Gracias a dios, su ironía sólo era perceptible para mí.
-          ¡Quítame las manos de encima!
-          Relájate Rose. – Mi vecino la sostuvo por los hombros. – Es evidente que Liliam no lo ha hecho adrede. – Ella le miró entre la furia y el asombro. – Será mejor que vayas a cambiarte.
-          Sabes que adoro este vestido. – casi se echa a llorar mientras mi amiga casi se echa a reír.
-          Lo sé, pero también sé que te encanta ir de compras, así que, no te será muy difícil remplazarlo.
-          Tienes razón, cómo me conoces. – intentó acercarse a él para darle un beso y él se retiró.
-          Deberías darte una ducha. – le sonrió. – Porque no vas a tu habitación, te cambias y luego me llamas y nos vemos para cenar.
-          De acuerdo, cariño, te llamo en un rato. – Rose le guiñó un ojo y se fue del centro de recreo ayudada por una amiga y contoneándose de tal forma que ningún chico era capaz de mirar la mancha de su vestido.
-          Yo también debería irme. – dijo Liliam. – No adoro tanto como ella esta camiseta pero, no me gusta ir disfrazada de arte contemporáneo por el campus. – la miré con seriedad. – Nos vemos luego. – se dio la vuelta y salió del edificio sin tanto alardeo como Rose.
-          Es una chica ingeniosa. – Dijo Matt.
-          Sí, hasta límites insospechados. – me miró con la frente arrugada. – discúlpame un segundo.

Lo dejé allí, mirándome sin comprender nada y salí corriendo tras Liliam. La alcancé bajando las escaleras del centro y vi como llegaba a bajo y empezaba a sacudirse mientras la gente la observaba.

-          ¿Y tú qué miras? – le gritó a un chico de mal humor. – Lo que tiene que hacer una por las amigas. – murmuró.
-          Yo no te he pedido que hicieras nada por mí. – le aseguré.
-          Rachel – se giró sorprendida. – ¿Qué haces? Vuelve ahí dentro con Matt.
-          No tenías necesidad de hacer esto. – protesté.
-          ¿Cómo puedes estar enfadada? Te dije que te dejaría a solas con él y lo he conseguido ¿qué más quieres?
-          Que no te comportes como si tuvieras diez años, podrías haberlo estropeado todo. ¿Y si se hubiese dado cuenta de que lo has hecho queriendo? Se hubiera enfadado.
-          Ha salido bien ¿no? Entonces qué importa.
-          A mí me importa.
-          ¿Sabes qué, Rachel? – resopló. – ¡Que te den!

Se dio media vuelta y se largó a paso ligero dando las zancadas más largas que le permitían sus piernas. Se había molestado de verdad, pero no llevaba razón, no podía solucionar las cosas así por muy buena intención que llevara.

-          ¿Por qué va tan enfadada? – preguntó alguien detrás de mí. Al girarme vi a David. – Vaya carácter se gasta.
-          Y que lo digas. – me froté los ojos con los dedos. – Debería estar enfadada yo y mira cómo se pone. ¿Estás seguro de que quieres que te de clases?
-          Sí. – no hubo ni un segundo de duda. – La exigencia viene bien para obtener mejor resultado. – sonrió apretando los labios.
-          Suerte.
-          Más que suerte te necesito a ti.
-          ¿A mí? – le miré sorprendida.
-          Sí. Dime que estás libre dentro de un par de horas y me habrás salvado la vida.
-          Estoy libre, pero ¿para qué me necesitas?
-          Ya lo sabrás. – su sonrisa se ensanchó hasta mostrarme los dientes. – Ahora tengo que estudiar, así que te veo en dos horas aquí mismo ¿de acuerdo?
-          Está bien. – sentí curiosidad.

David asintió, y se fue camino a la biblioteca llevando colgada al hombro una mochila negra. ¿Qué querría?

-          ¿Conoces a ese chico? – Matt había llegado hasta mí sin que me diera cuenta.
-          Sí. Es David.
-          ¿Y sabes también que es el primo de Rose?
-          ¿El primo de Rose? – no podía creerlo. – Pero si no se parecen en nada.
-          Pues llevan la misma sangre. – estaba serio. – No quiero ser entrometido pero ¿es tu…?
-          ¿Novio? No. - Lil me mataría tan siquiera si lo pensase. – Es un chico que conocí por casualidad.
-          Pero te he oído quedar con él.
-          Lo he hecho, pero por otros asuntos. – me miró con los ojos entrecerrados. – Creo que Liliam y él se gustan. – le confesé por fin. – Al menos la parte de ella la tengo confirmada. – sonreí.
-          Y ahora te toca la de él. – puso cara pensativa. – Ya entiendo, periodismo de investigación. – bromeó.
-          Algo así. – me miró de esa manera que me hacía temblar. – Por cierto, siento mucho lo que ha pasado ahí dentro.
-          No te preocupes. – se encogió de hombros. – Ha sido un accidente. Lo que pasa es que Rose es un poquito exagerada con la ropa.
-          No sabía que tenías novia. – me salió del alma, cuando me di cuenta de que lo había soltado, no había marcha atrás.
-          No me lo preguntaste.
-          Es verdad, pero es que no tengo por costumbre ir preguntándole a mis vecinos sobre su vida privada.
-          Entonces me alegro de que saques el tema ahora.
-          ¿Por qué?
-          Porque eso quiere decir que hemos traspasado la línea de la vecindad. – me miró de reojo con su bonita sonrisa y noté que el corazón me latía más fuerte.
-          Sí. Bueno, aquí ya no somos vecinos, sorprendentemente somos compañeros.

Cada vez que se quedaba callado, mirándome, me ponía de los nervios. Intentaba concentrarme en no mirarle demasiado y sobre todo, luchaba contra mí misma por no hipnotizarme con sus labios. Tenía que aprender a controlarme ahora que íbamos a vernos más a menudo y que por desgracia, sabía que tenía novia.

-          ¿Quieres dar un paseo? – me propuso.
-          Claro. – nos pusimos en camino. – Entonces ¿puedo preguntar cuánto tiempo lleváis juntos? – ya que estaba, no me iba a quedar con la duda.
-          Puedes preguntar lo que quieras. – le miré, tenía la mirada perdida en el horizonte.  –  Llevamos saliendo un año y poco. - ¿Un año y poco? ¿Cómo no me había enterado? – La conocí el verano antes de empezar la universidad y empezamos a salir al poco tiempo, pero rompí con ella cuando me fui a Los Ángeles. Sin embargo, ella se presentó allí una semana después y me dijo que lo intentáramos aunque estuviésemos lejos. Lo hicimos y salió bien. En verano no hemos podido vernos mucho porque ella tenía una beca en Francia y este curso, como te expliqué en la carta, tuve unos problemillas con los papeles en Los Ángeles y… tuve que cambiar de Campus apresuradamente. Rose conoce gente, movió unos hilos y ya ves, aquí estoy. Ella y mi madre están contentas con el cambio, creen que ha sido bueno.
-          ¿Y para ti lo ha sido?
-          Cada vez estoy más seguro de que así ha sido ¿Tú no? – Se estaba refiriendo a mí, no podía creerlo.
-          Sí, claro.

Pensé en todo lo que no sabía de él. De momento, había estado segura de que nunca saldría con alguien como Rose, así que, la primera en la frente. Me sentí un poco angustiada.

Justo al pasar por lo aparcamientos del Campus, vi a Amanda salir de su coche a toda prisa. Estaba a punto de cruzarse con nosotros y aún no nos había visto, le puse la mano delante de la cara y me miró sobresaltada. Me observó y observó a Matt.

-          Cielo, tengo prisa. – se acercó y me dio un rápido beso en la mejilla. – Luego hablamos.

Me guiñó un ojo y volvió a su carrera contrarreloj. Matt me miró con curiosidad, le expliqué quién era Amanda y sonrió ampliamente.

-          Sabía que no tendrías problemas para hacer nuevos amigos.
-          Si te soy sincera, no me lo esperaba, he tenido mucha suerte. Amanda es muy protectora, siempre pendiente de mí, siempre tendiéndome la mano. Y Liliam… bueno, Lil es especial. Está como una auténtica cabra, tiene un mal humor que da miedo y un descaro que te hace desear tener la facultad de escarbar un agujero en la tierra en segundos. – Nos reímos. – Pero tiene un corazón noble y fiel, siempre intentando ayudar, incluso con las ideas más disparatas que te puedas imaginar. Lo cierto es que, por primera vez en mi vida, siento que tengo amigas de verdad, para lo bueno y lo malo, en cualquier momento que las necesito. Y he notado que yo también me entrego a ellas más de lo que me he entregado a nadie que no sea mi madre. – sonreí. – Tengo mucho que agradecerles.
-          Seguro que ellas a ti también.

Le miré, no sonreía pero tampoco estaba serio, simplemente me observaba. No sé cuánto tiempo pasó, sólo sé que me perdí en sus ojos unos segundos y que era como entrar en una frondosa selva. Verde intenso que se apoderaba de mí y del que no podía escapar. Sentí frío, un nerviosismo extraño que se me metía en el estómago y a la vez, un repentino calor, calor intenso en el pecho y en la garganta. Bajé mi mirada hacia sus labios, carnosos y definidos, sentí el impulso de besarle pero tragué con fuerza y miré hacia otro lado, intentando concentrarme en algo que no fuera él.

-          ¿Ocurre algo? -  me preguntó.
-          ¿Qué?
-          Te has puesto colorada como un tomate. ¿Otra insolación? – bromeó.
-          No lo creo pero... estoy algo mareada.
-          ¿En serio?

Matt se puso serio y me rodeó con su brazo. Pude oler su colonia y sentir su calor. No sabía qué diablos me pasaba, era como si de repente me hubiese vuelto Spiderman y mis sentidos estuvieran mucho más alerta. Aunque sólo era con él, todo lo demás se había vuelto borroso y se movía despacio.

-          ¿Estás mejor? – sonaba preocupado. – Ven, vayamos a un banco a sentarnos.
-          No, tranquilo, estoy mejor. – todo se había quedado quieto por fin. – Creo que han sido las cervicales, demasiados libros para mi cuello.
-          Pues ve haciendo ejercicios para fortalecerlo o a final de curso no vas a poder levantarte de la cama. – se burló.

Le miré y sonreí. Aún me sujetaba por un brazo, parecía tener miedo de soltarme. Le apreté el antebrazo con mi mano, intentado demostrarle que ya me sentía bien del todo, y comencé a andar. Fuera lo que fuera, ya había pasado.

Matt me siguió a regañadientes. Él quería que me sentara para asegurarse de que me encontraba bien, pero lo convencí para que me acompañara a la residencia y así poder descansar en mi habitación.

Sólo me soltó cuando llegamos a la entrada de la residencia y comprobó que realmente estaba bien. Empecé a subir los escalones después de haberme despedido de él y a la mitad de ellos, me llamó. Me giré y en dos zancadas se puso a mi altura.

-          Me alegro de haberte encontrado aquí.

Peinó delicadamente con su mano un mechón que se me había soltado de la cola y besó mi mejilla. Volví a sentir que me mareaba pero me agarré a la barandilla e intenté disimular. Le sonreí con vergüenza cuando él me pidió que me cuidara.



2 comentarios:

  1. Por fin!! Lo que siempre desee que Matt y Rachel se encontraran en la Universidad. Es genial!!! Un beso.

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  2. Sí, parecía imposible pero así ha sido. A ver qué les depara el futuro. Otro beso para ti.

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