Bienvenido a este blog, dónde podrás descubrir un mundo lleno de personajes que sienten como tú. Comparte conmigo este sueño y ayúdame a alcanzarlo.

Espero que disfrutes leyendo tanto como yo lo hago escribiendo, porque en esta historia también estás tú, que aprendiste a madurar, a conocer, a enamorarte, a elegir, a equivocarte…

Todos vivimos nuestro propio Riverside.

viernes, 23 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 9


La noche anterior había sido agotadora, sin embargo, por la mañana me desperté temprano y obligué a Liliam a levantarse conmigo. Era sábado y casi me tira por la ventana pero tenía que hacerlo. Tiré de ella hasta el cuarto de baño, intentando no hacer ruido para no despertar a Amanda, se dio una ducha para terminar de despertarse y no paró de refunfuñar mientras tanto.

-          Espero que tengas una buena razón para esto, Rachel.
-          La tengo, date prisa.

Cuando por fin acabó, la llevé del brazo hasta el coche. O me daba prisa o su nivel de mal humor iba a explotar. Nos montamos y saqué de una bolsa unos sándwich para cada una, los había preparado mientras se duchaba.

-          Siento no poder ofrecerte más que esto para desayunar pero te recompensaré, lo prometo.
-          Más te vale. – dijo mi amiga dándole el primer mordisco.

Tardé poca más de quince minutos en conducir hasta la ciudad. Gracias al GPS de mi móvil pude encontrar la calle a la que quería ir sin ningún problema. Conseguí aparcamiento cerca de allí y llevé a Liliam justo a la puerta de un bonito centro de belleza que Amanda me había recomendado.

-          Ya hemos llegado. – le dije sonriente.
-          Vale. Todo esto lo has montado porque te daba vergüenza decírmelo ¿no?
-          ¿El qué?
-          Vas a cambiarte ese look tan soso que tienes y quieres que te aconseje. Pues a otra hora más decente también te habría ayudado ¿sabes?
-          No me voy a cambiar el look. Me gusta y no es soso. – me quejé. – Eres tú la que lo va a hacer. Si quieres claro.
-          ¿Yo?
-          Ayer fue tu cumpleaños. Y este es mi regalo. Hazte lo que quieras que me pueda permitir. Tienes cita dentro de cinco minutos. – miré mi reloj. – en realidad de tres. Así que… manicura, tinte, corte, lo que te de la gana, el salón es todo tuyo.

La cara se le iluminó. Adoraba la estética y cambiar de look constantemente. Sin embargo, ya se había quejado de no hacerlo desde que estaba en California unas… mil veces. Así que no se me ocurrió nada mejor como regalo.

Entró al salón como una niña a una juguetería. Hubiera jurado que tenía los ojos cargados de lágrimas. Conociéndola, todo podía ser. Ojeó el catálogo tres o cuatro veces y por fin se decidió. Quería corte, tinte y peinado además de manicura. Me leí tres aburridas revistas de cotilleos y al final me convencieron para hacerme algo yo también, al menos, para matar el tiempo. Me decidí por las uñas. Así no me las comería más en una buena temporada.

Mientras dos chicas con batas blancas nos limaban las uñas con delicadeza, me di cuenta de que Lil me miraba de una forma extraña.

-          Suéltalo de una vez Liliam. – le dije sin mirarla.
-          ¿De qué hablas?
-          No te hagas la loca. ¿Qué es lo que te está rondando por esa cabecita llena de rulos?
-          Me estaba preguntando qué tienes tú que yo no tenga. – soltó como quién no quiere la cosa.
-          Vergüenza. – bromeé, - ¿alguna duda más?
-          ¡Imbécil! – me reí. – me refiero a por qué se fijó en ti y no en mí.
-          ¿Quién?
-          ¿Aún estás dormida o qué? – frunció el ceño. – David ¿quién si no?
-          ¿y qué te hace pensar eso?
-          Sólo hablaba contigo ¿recuerdas?
-          Porque tú te habías quedado inoportunamente muda. – me miró de reojo con cara de pocos amigos. – Por cierto, recuérdame que le de la enhorabuena. Es la única persona que conozco que te ha hecho callar tanto tiempo.
-          Eso es porque me estaba haciendo la interesante. – puso cara de orgullosa.
-          Pues parece que no lo fuiste lo suficiente. – me burlé de ella. – Además, puede que la otra versión le pareciera más interesante.
-          ¿Qué otra versión? – se inclinó hacia delante con curiosidad.
-          Según sus palabras: El Tsunami.
-          ¿El Tsunami?
-          Eso me dijo que le habías parecido antes de hablar con nosotras.
-          Tsunami… ¡me gusta! – se rio a carcajadas.
-          Yo creo que quedándote pasmada como una tonta delante de él no tienes mucho que hacer. Sin embargo, si te muestras tal y como eres…
-          Yo no me quedé pasmada delante de él. – sabía que me lo iba a reprochar y me reí. – Y sí lo que quiere es un ola gigante, la tendrá. – afirmó tajante con la cabeza una sola vez.
-          Liliam, tampoco es cuestión de que lo ahogues.
-          Tranquila, vas a ver que en un par de conversaciones, está a mis pies.
-          O tú a los suyos. – carraspeé para disimular la frase. Ella entrecerró los ojos con maldad. – Me muero por ver cómo termina todo esto. – sonreí. – Aunque te advierto que es un poco raro.
-          ¿Por qué lo dices?
-          Por esto. – aproveché un momento de despiste en mi esteticista para coger cuidadosamente la carta de Matt del bolso. La puse abierta delante de Lil. – Léela.
-          ¡La famosa carta! Espera un minuto. – Liliam la leyó a toda velocidad y luego la volvió a leer algo más lenta. – Ya está. Analizada.
-          ¿Qué te parece?
-          Que te lo hubieses tirado en una semana.
-          ¡Liliam! - gruñí
-          Tranquila. – Se rio. – sólo quería sacarte de quicio.
-          Lo has conseguido. – para variar. – Ahora en serio.
-          Un rollo total. – puso cara de aburrimiento. – Hasta la post data claro, esa frase lo arregla todo. Él intenta disimularlo pero al final, le sale.
-          ¿Qué significa eso? – no había entendido para nada su última frase.
-          Pues que le gustas, le atraes, le pareces interesante pero no quería reconocerlo, sin embargo, se ha delatado en la post data.
-          ¿Tú crees?
-          ¿Eres especial? En serio Rach, ¿qué tío dice eso si no le gustas?
-          No lo sé. – no quería hacerme ilusiones. – Lo único que sé, es que él está en Los Ángeles y yo aquí. ¿Qué más da si le gusto o no?
-          Tú tienes problemas psicológicos ¿verdad? – me miró con una ceja levantada. - ¿Cómo va dar igual? Ni aunque estuviera en Pekín da igual. Si le gustas, le gustas. Y estoy segura de que volveréis a veros y tendréis la oportunidad de deciros todo eso a la cara, besaros apasionadamente y practicar cómo se tienen hijos si es necesario. – puse los ojos en blanco. – Así que deja de decir tonterías.
-          Siento ser tan pesimista pero prefiero no pensarlo así. Me gusta ser lo más realista posible.
-          Tu misma. – se encogió de hombros. – Pues si das el tema por cerrado… ¿me explicas porque David es raro? Por cierto… ¡qué nombre más bonito! – sonrió.
-          ¿Ves algún tipo de sufrimiento o dolor en la carta de Matt?
-          Entendido, no damos el tema por cerrado. – se quejó.
-          Tú responde.
-          Excepto en su frustración por no poder mojar antes de ir a la Universidad… – me miró de reojo para ver mi reacción, me mantuve serena, al menos, por fuera. – No, no veo nada de eso.
-          Pues tu novio me dijo todo lo contrario.
-          Por muy bien que suene, no vuelvas a usar conmigo la palabra “novio” en tu vida. – se la había devuelto y me reí. - ¿qué fue exactamente lo que te dijo?

Se lo conté mientras nos daban el último retoque. Me miré las manos y sonreí. Deseé que el gel fuera lo suficientemente resistente para las épocas de exámenes y para los partidos de los Niners.

-          Yo creo que sólo quiso hacerse el interesante. – sugirió mi amiga. – No deberías darle demasiada importancia.

Hablaba mientras terminaban de peinarle su nueva melena de color cobrizo. La verdad es que había acertado con la elección. Sus grandes y expresivos ojos, aún se hacían más imponentes en su rostro con el pelo oscuro. Ni siquiera el flequillo que le hicieron casi tapándoselos, consiguió disminuir su importancia.

-          ¿Cómo me ves? – dijo levantándose y mirándose al espejo de todas las posturas posibles.
-          Estás muy guapa. – le dije con sinceridad.
-          Pues entonces volvamos al Campus, tengo un chico que ligarme.

Cogió su bolso y caminó decidida hacia la puerta. Iba mirándose disimuladamente en cada espejo y cristal que veía. Llegué hasta ella y pagué la cuenta, todos mis ahorros del mes anterior se habían esfumado en dos horas, pero ver su sonrisa, hacía que mereciera la pena.

De vuelta a la Universidad, Liliam no paró de hablar de David un solo instante. Y aunque a veces intentaba disimular y restarle importancia, volvía al tema con suma facilidad. Parecía que mi confesión sobre “el Tsunami” le había devuelto la ilusión que creía que había perdido la noche anterior. Tema que sacó con sutileza.

-          Por cierto, hablando de David, anoche no parecías sentir mucha vergüenza cuando hablabas con él. – me miró de reojo.
-          Es que no me daba vergüenza.
-          A ver, un tío que está buenísimo, se acerca a ti y te habla, y tú, no sientes vergüenza ninguna… perdona que te diga pero no entiendo tú timidez.
-          Pues es muy fácil, soy tímida cuando tengo que empezar a hablar yo, cuando tengo que dar el primer paso, o cuando alguien me gusta, como Matt. – agarré con fuerza el volante mientras hablaba. – Sin embargo, si la gente me habla y me dan confianza, como Amanda, Peter o David hicieron, no me pongo nerviosa, todo lo contrario, me siento capaz de ser extrovertida. Sin embargo, si las situaciones se complican, vuelvo a no tener la iniciativa. Por ejemplo, anoche con Peter, que quería que la tierra me tragase allí abajo. – aún no entendía qué pasó.
-          Entonces tú no eres tímida.
-          ¿Ah no?
-          Estudio Psicología, Rach. Y vale, quizás no llevo tiempo suficiente para analizar profesionalmente un comportamiento, pero creo que tú caso es bastante claro. Y también creo que ya te lo han dicho un par de veces. Otra cosa es que no quieras creértelo.
-          ¿A qué te refieres?
-          Inseguridad, Rachel, eso es todo lo que tienes. Sólo que prefieres llamarle timidez. – quise replicarle pero no me dio tiempo. - ¿Por qué te acercaste a hablarme? Porque te daba más inseguridad sentir que no conocías a nadie que hablarme y que saliera mal. Y por eso lo intentaste un par de veces más, aun habiéndome comportado como una borde. Una persona vergonzosa, no me hubiese buscado después de mi contestación en el comedor. Se hubiese resguardado en Amanda y hubiese preferido no decirme todo eso que pensaba para no volver a sentirse avergonzada. Sin embargo, después de hablar con ella, te viste reforzada y viniste a decirme las cosas de frente, con sinceridad y con la seguridad de que en tu habitación tenías una mano amiga si volvía a rechazar tu acercamiento. – me quedé pensativa. – Rachel, a ti no te da vergüenza hablar con desconocidos, te da miedo que salga mal o no te guste lo que encuentras. Por eso todo iba bien con Peter hasta que algo te descuadró.
-          No lo sé. – un montón de imágenes de situaciones que me producían vergüenza corrían por mi cabeza. – Quizás tengas razón. – una de las imágenes se paró de repente: Matt y yo haciendo la compra. – Recuerdo que mi madre me insistió en que tratara a Matt como a uno más. Sólo pensar en aquello me ayudó a controlar mis nervios. Ella también lo llamó inseguridad.
-          Claro. La timidez no excluye a nadie, pero la inseguridad depende de las circunstancias.
-          Entonces ¿por qué me ruborizo tan fácil? – me indigné.
-          Rachel. – mi amiga reía carcajadas. – una cosa no quita la otra. Puede que además de insegura, seas un poquito tímida. Y además, deja que te diga que a veces eres demasiado inocente, sobre todo con los tíos. Hay que ser más mal pensada con ellos. Y si no, ya me darás la razón respecto a Peter.
-          Ya no sé qué pensar sobre él, necesito aclarar lo que pasó anoche. Queda un largo curso por delante y no me gustaría que tuviéramos problemas profesor-alumna.

Liliam me dio la razón y volvió a sacar a relucir a su morenito en cuanto tuvo oportunidad, aunque esta vez fue casi un monólogo porque yo apenas podía escucharla. Me sentía confundida, sólo podía darle vueltas a toda la historia de la inseguridad. ¿De verdad ese era mi problema? Y eso que había dicho Lil sobre la inocencia ¿era cierto? Me sentía como si no me conociera a mí misma. Era muy raro.

Entre la inseguridad y David, no tardamos en llegar al Campus. Gracias a que era fin de semana no tuve problemas con el aparcamiento, la Universidad estaba tranquila.
Nos tomamos el resto del día de descanso. Almorzamos en el restaurante y Liliam no paró de presumir de nuevo look. Amanda había salido con Eric a pasar el día juntos, así que Lil y yo, decidimos ir a mi habitación a ver una peli y estudiar un rato.
Pronto llegó la noche, y aun habiendo descansado, el sueño vino rápido a por nosotras.


2 comentarios:

  1. Si, yo también pienso como Rachel, hay algo raro en la reacción del profe. No sé. Desconfío. Un beso

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  2. Bueno, bueno, Ana... pronto, muy pronto sabrás por qué. Sólo sigue leyendo!

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