Bienvenido a este blog, dónde podrás descubrir un mundo lleno de personajes que sienten como tú. Comparte conmigo este sueño y ayúdame a alcanzarlo.

Espero que disfrutes leyendo tanto como yo lo hago escribiendo, porque en esta historia también estás tú, que aprendiste a madurar, a conocer, a enamorarte, a elegir, a equivocarte…

Todos vivimos nuestro propio Riverside.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 8 (Parte 2)


-          Lo siento, me has cogido por sorpresa. Claro que acepto la copa, un ponche a poder ser.
-          Lo que quieras. – tenía una sonrisa perfecta. – Enseguida vuelvo.

Peter se acercó a por las bebidas y fue la primera vez que por mi cabeza se cruzó la extraña idea de que estuviera intentando ligar conmigo. No, debía de ser el alcohol, posiblemente habría bebido y eso le había hecho ser más directo.

-          ¿Qué se supone que estás haciendo? – Liliam se había acercado por mi derecha y me miraba con recelo. – Aunque esté como un queso, sigue siendo tu profesor ¿recuerdas?
-          ¿Qué? – la miré extrañada – Lil, no estoy haciendo nada malo, sólo me ha invitado a un refresco. - ¿Eso era algo malo? No, seguro que no.
-          Ya. Y luego te invitará a salir a pasear y… - me miró seriamente. – Ya veremos dónde acaba esto.
-          Vas a hacer que me sienta incómoda.
-          No, de eso nada. – negaba fuertemente con la cabeza. – Sólo te estoy advirtiendo, para que cuando te enamores, no me vengas quejándote de que todo el campus se mete contigo por ser la chica del profe.
-          Liliam… – me reí a carcajadas. – Eres única.
-          Lo sé. – aseguró orgullosa. – Ya vuelve. – me avisó mirando por detrás de mi hombro. – Un consejito de amiga: relájate y disfruta.

Me guiñó un ojo y desapareció en cuestión de segundos.

-          Aquí tienes. – Peter me acercó el refresco.
-          Gracias.
-          Oye. – dijo titubeante. – te apetece que nos lo tomemos ahí fuera. – señaló la parte más allá de las vallas. La voz de Liliam sonó en mi cabeza, te lo dije” y justo después retumbó su risa. – No te asustes, quiero enseñarte una cosa. – me tranquilizó.
-          Está bien.

Aunque no estaba muy convencida, me dejé llevar. Salí con él por una puertecita que tenía la valla, Amanda estaba cerca y me miró con el ceño fruncido, me encogí de hombros pero no pareció convencerle. La verdad, es que aquella sí era una situación incómoda y me estaba poniendo nerviosa. Cruzamos unos matorrales y Peter me miró de reojo.

-          Ya casi hemos llegado. – pareció darse cuenta de mi intranquilidad. – No pasa nada, Rachel, es algo que te va a gustar, de verdad.
-          ¿Pero dónde vamos?
-          He leído tus historias, todas las que me dejaste. – aquello me sorprendió. – Son buenas, me gustan.
-          ¿En serio?
-          Por supuesto. – sonrió aunque apenas le veía, estaba oscuro. – Por eso te traigo aquí.
-          ¿Por mis historias?
-          Bueno. – se aclaró la garganta. – Creo que los escritores suelen plasmar muchos datos de su propia persona en sus historias y me parece que gracias a ellas, te he conocido un poquito más. – se paró delante de unos matorrales. – Por eso hemos bajado a este lugar.

Agarró los matorrales con cuidado y me dejó pasar entre ellos. Me había costado bajar hasta allí con los tacones, y me alegré de llegar a un lugar llano. Justo detrás había un gran foco que iluminaba un pequeño trozo del lago del campus. La vegetación, las estrellas y aquel resplandor plateado de la luna en el agua hacían de aquel lugar, un sitio encantador.

-          Por tus palabras he deducido que te encanta el mar. – asentí con añoranza. – E imagino que lo echarás de menos.
-          Así es. – contesté melancólica.
-          Bueno, estoy un poco liado con la universidad y no puedo llevarte al mar pero… pensé que a lo mejor este lugar te ayudaba a no echarlo tanto de menos.

Miré a mi alrededor, aquello era precioso. Un lugar perfecto dónde recrear cualquiera de mis románticas historias y quizás no fuese la playa, pero era casi tan relajante y plácido. Miré a Peter a los ojos, sonreía casi avergonzado ¿de verdad había pensado en traerme aquí sólo por mis historias? No quería pensar que las chicas tuvieran razón pero ¿y si fuera así? Me sentí incómoda nada más que lo pensé, ahora no iba a poder mantener la misma relación con él. Me conocía a mí misma y seguramente iba a volverme fría y distante, solía pasarme con los chicos a los que yo le gustaba pero a mí no me interesaban por cualquier motivo. Volví a echar otro vistazo al lugar y pensé que Peter no se merecía eso, tenía que intentar comportarme con naturalidad, tenía que estar tranquila y simplemente mantener las distancias.

-          ¿Te gusta? – preguntó ilusionado.
-          Sí, claro que me gusta. – respondí con sinceridad. – ¿Cómo no me iba a gustar un sitio así? Gracias por molestarte en enseñármelo.
-          No es molestia. Es mi forma de agradecértelo.
-          ¿Agradecerme el qué?
-          ¿Crees que es fácil ser el profesor de un montón de chicos que apenas son más jóvenes que yo? – se quejó con amargura. - ¿Y crees también que mi discurso del primer día tiene efecto?
-          Sí, claro que lo tiene, lo vi el día del partido.
-          No. – fue tajante. – Es verdad que se acercan a mí y quieren tratarme como a un colega más, pero no lo consiguen. Todos terminan teniendo una razón para acercarse a mí, todos pretenden ser los amigos del profesor Richardson, nadie quiere ser amigo de Peter. – sonó triste. – Excepto tú.
-          ¿Yo? Pero si he sido la que más veces te ha tratado de usted. – bromeé intentando animarlo.
-          Lo sé. – sonrió. – Pero sólo por respeto. Cuando te he pedido que me trataras como a uno más, lo has hecho. Es palpable la diferencia entre la Rachel que debate conmigo hasta la saciedad en clase y la Rachel que me cuenta sus aficiones y me enseña sus historias fuera de las aulas. – se acercó a mí un poco. - ¿Qué crees que hubiese pasado si hubiera invitado a cualquier otra chica a una copa y la hubiese traído aquí? – sonrió de medio lado. – Pensaría que intento ligar con ella. – miró al lago. – No es fácil tratar a tus alumnos siendo joven. – se volvió hacia mí. – Sin embargo, tú me has dado un voto de confianza y no sabes cuánto te lo agradezco.
-          Peter yo… – él no tenía ni idea de que yo había pensado justamente eso. Me sentía estúpida.
-          Tú sólo tienes que prometerme algo.
-          Dime. – me sentía en deuda con él.
-          Sigue tratándome así y siempre se sincera conmigo, para lo bueno y para lo malo. Me encanta como eres.
-          Gracias. – sentí como mis mejillas se encendían. – te lo prometo.
-          Aunque… ¿sabes qué? – negué con la cabeza. – Al contrario que con las demás chicas, si no fuera porque tengo dos razones de peso, te invitaría a cenar un día de estos. – se rio.
-          ¿Por dos razones de peso? – sentí curiosidad.
-          Una está clara, eres mi alumna y yo tu profesor. – asentí con la cabeza, estaba de acuerdo con él. – Y la otra me la han chivado tus historias.
-          A ver, ¿Qué más te han contado esas indiscretas palabras?
-          Que tú ya tienes a alguien especial. – lo dijo mirándome a los ojos con seriedad.
-          ¿A quién te refieres?
-          No sé, esperaba que tú me lo dijeras. – me volvió a mostrar sus hoyitos. - ¿Quién es ese maravilloso chico de ojos verdes que tanto sale en tus historias?

Me quedé a cuadros. ¿De verdad yo había introducido a Matt en mis historias? Tenía que reconocer que siempre había un personaje, ya fuese principal o secundario, que solía hacer deporte y tenía los ojos verdes pero ¿era mi vecino?

-          ¿Estoy equivocado? – preguntó con los ojos entrecerrados.
-          No, puedo que no lo estés. Sólo que nunca lo había…
-          ¿Pensado? – me interrumpió y asentí. – A veces, nuestro subconsciente habla por nosotros.
-          Será eso. – estaba sorprendida conmigo misma.
-          Entonces ¿existe?
-          Sí, aunque, es complicado.
-          ¿Tiene novia?
-          No. Al menos que yo sepa.
-          ¿Es gay?
-          ¡No! – sonreí y me quedé pensativa. – Que yo sepa también. No, no puede ser gay. – me convencí a mí misma.
-          De acuerdo. – Peter se rio. – Si está soltero y no es gay… ¿es idiota quizás?
-          No ¿por qué?
-          Porque no entiendo entonces qué más le podría impedir estar contigo.

Me quedé helada, mirándole con perplejidad. Había dicho aquello completamente indignado, como si le molestara. Me miraba a los ojos con seguridad mientras yo sentía cómo desaparecía toda la mía.

-          No tienes la respuesta ¿verdad? – preguntó con el ceño fruncido. – Conclusión: es un idiota.
-          Un idiota que está a muchos kilómetros de distancia. – reaccioné al escuchar cómo lo insultaba. – Un idiota que se ha llevado mucho tiempo pensando que me caía mal, sólo porque la verdadera idiota soy yo.
-          ¿Qué?

Le conté la verdad sobre Matt y yo y él me escucho atentamente, sin borrar su gesto serio y sereno. Las palabras me salían con rabia, me dolió oír cómo le ofendía.

-          Lo siento, no quería que te lo tomaras así, quizás me he pasado de listo. – había arrepentimiento sincero en sus ojos.
-          No pasa nada. – le disculpé desanimada. – Pero, si no te importa, me gustaría volver a la fiesta.
-          Claro. – pareció algo decepcionado.
-          Peter, no es por ti. – después de todo, me sentí mal por él. – te agradezco todo esto, de verdad, pero recordar a Matt… me pone triste. – le confesé.
-          Rachel. – se acercó a mí y me sujetó las manos. Noté como se me encogía el estómago. – Lo que tenga que pasar, pasará, pero no dejes que te haga mal algo que ni siquiera ha ocurrido.

La intensidad de sus palabras y sobre todo de su mirada, me abrumaron. Dejó de sujetarme y después de unos segundos mirándome fijamente a los ojos, puso rumbo a la casa. Le seguí medio aturdida, no sabía muy bien que había pasado allí abajo, tampoco cómo había terminado todo, sólo sabía que me sentía rara y que quería volver con mis amigas.
Al llegar a la fiesta, todos se nos quedaron mirando.

-          ¡Qué caras más largas! – dijo un chico cerca de nosotros.
-          Señor Richardson, parece que no ha tenido mucha suerte ¿no? – se burló otro.
-          Habéis bebido demasiado para saber lo qué estáis diciendo. – aseguró Peter. – Soy vuestro profesor y ella es vuestra compañera, así que un respeto y dejaros de niñerías. Si oigo algún chistecito más con mal gusto, mañana, con dolor de cabeza incluido, conoceréis las consecuencias. – se volvió hacia a mí y habló bajito. – Lo siento, es culpa mía.

Peter se marchó de la casa entre la asombrada mirada de todos. ¿Qué le había ocurrido? Entiendía que le sentaran mal las bromas pero acababa de cargarse toda la confianza que los chicos tuvieran en él con esa amenaza.

-          Se nota que has pasado de él. – escuché como Liliam me hablaba por detrás. – Vaya malos humos.
-          No lo entiendo. – negué con la cabeza.
-          ¿Qué ha pasado? – Amanda parecía preocupada.
-          En realidad, nada, pero… ha sido raro.
-          Por mí la fiesta está terminada. – aseguró Lil. – Si quieres podemos ir a tu habitación y charlar sobre ello.
-          Es una buena idea. – le sonreí.
-          Me apunto. – dijo Amanda. – dadme cinco minutos para despedirme de Eric y nos vemos allí.

Dicho y hecho. Después de despedirnos de unos cuantos compañeros y coger nuestras cosas, Liliam y yo nos dirigimos hacia la residencia. Lil quería agradecerle a Fred todo lo que había hecho por ella pero parecía que las palabras de Sarah le habían hecho desaparecer de la fiesta.

Cuando llegamos vimos como Amanda se despedía de Eric en los escalones de la residencia. Por mucho que abría mi mente, no podía entender lo que había insinuado Fred. A mí me parecían una pareja perfecta y quizás sí, él era un poco meloso, pero si a ella le gustaba, no veía el problema.

Media horas más tarde, ya estábamos en la habitación, desmaquilladas y en pijama, Liliam iba a dormir con nosotras. Yo incluso me había dado una ducha rápida para quitarme el odioso olor a tabaco que se me había pegado en la fiesta.

Las chicas me escucharon sin hacer comentarios ni interrumpirme, algo increíblemente sorprendente en Liliam, sin embargo se explayó a conciencia cuando terminé.

-          Te lleva a un lugar que puedas comparar con la playa, de noche, con un par de copas, se queja de lo injusto que le tratan todos menos tú, te insinúa una cena, se indigna porque Matt no ha aprovechado sus oportunidades contigo, se molesta porque te quieres volver, y ya en la fiesta coge un mosqueo de aupa. Pues yo creo que está clarísimo., si tú hubieses sido otro tipo de tía, hay abajo hubiera habido tema, porque es lo que él buscaba.
-          Lil, no creo que fuera eso lo que buscaba. – negué con la cabeza para reafirmarme. – si hubiese sido así, se habría llevado a cualquier otra chica. Son evidentes las tías que hay esperando una oportunidad así con él. Además, hubiese intentando algo ¿no?
-          Yo creo que estaba tanteando el terreno. ¿tú qué crees Amanda?
-          ¿Yo? – Amanda estaba medio ausente, como si estuviera dándole vueltas a algo. – Creo que en parte lleváis razón las dos. – la miramos esperando una explicación. – A ver, creo que como dice Rachel, no estaba intentando enrollarse con ella. Lo hubiese tenido más fácil con otra y él lo sabe, pero…
-          Pero… - Lil buscaba su parte de razón.
-          Pues que sí creo que él estaba tanteando el terreno. – Lil sonrió ampliamente y puso su cara de orgullo. – Aunque por otro motivo.
-          ¿Cuál? – pregunté impaciente.
-          No lo sé, llevo un rato dándole vueltas pero no me aclaro. Que si sí, que si no… demasiadas contradicciones. Y el enfado final… demasiado duro y arriesgado para las bromas que le hicieron. No sé, no me cuadra. Creo que tendremos que esperar acontecimientos.
-          ¿Esperar acontecimientos? – Lil parecía incrédula. – Pero eso es demasiado aburrido, debería ir y preguntarle directamente qué problema tiene. Además, él le ha pedido que sea sincera.
-          Una cosa no tiene que ver con la otra, Liliam, Rachel no puede ir por ahí exigiendo. Podrían darle muchos palos.
-          ¿Y qué es la experiencia si no el nombre que le damos a nuestros errores?
-          Puedes citar a Wilde todo lo que quieras, tu opción sigue siendo una locura y una flecha directa a una metedura de pata importante.
-          Ya os lo he dicho ¿verdad? Bueno, os lo recuerdo: ¡Aburridas!

Me quedé mirándolas mientras reíamos, eran como el angelito bueno y el angelito malo sobre mi cabeza. Siempre con versiones totalmente opuestas pero siempre buscando lo mejor para mí. Para no variar, Amanda volvía a ganar en las opciones, iba a esperar acontecimientos. Su madurez tenía más peso en mí que el arrojo de Liliam, aunque muchas veces, deseaba tener una pizca de ese atrevimiento para hacerlo todo.

Mientras Amanda fue al baño, Liliam y yo discutíamos sobre si contarle lo qué había pasado con Fred y Sarah. No sabíamos cómo iba a sentarle todo aquello, pero creímos que debía saberlo.

-          Gracias por contármelo chicas, hablaré con ellos. – dijo Amanda con seriedad.
-          ¿Y ya está? – Preguntó Lil indignada. – ¿No piensas explicarnos nada?
-          Lo siento. – parecía incómoda. – No son asuntos míos, no puedo deciros nada.
-          ¿Qué no son asuntos tuyos? -  volvió a insistir Liliam. – Entonces ¿qué es Eric?
-          Lil tiene razón. – apoyé a mi amiga. – ¿Por qué Fred dijo esas cosas de Eric? Se supone que son amigos.
-          Son amigos. – aseguró Amanda. – Pero Fred cree que desde lo de mi jefe, Eric se ha vuelto sobreprotector y piensa que me va a hacer daño. Además, él tiene una visión… distinta de las relaciones.
-          ¿Y crees que Sarah llevaba razón?
-          No, Liliam, Sarah se equivoca. – dijo muy segura. – Pero la entiendo, sólo que… - su mirada era una disculpa. – no puedo contaros nada más, lo siento, no insistáis más por favor.
-          No lo haremos. – me apresuré a decir antes de que Liliam volviera a intentarlo. Amanda parecía estar pasándolo mal. – Dejemos el tema aquí. – Amanda me sonrió agradecida. - Deberíamos descansar ¿No creéis?
-          Aburridas… – refunfuñó Lil mientras se acomodaba en el lado de la pared de mi cama. Amanda y yo nos reímos.


2 comentarios:

  1. No sé, me desconcierta este profesor. La relación con Amanda y Liliam va cada vez mejor. Ahora voy a leer el capítulo 9. Un beso

    ResponderEliminar
  2. Jajajaj ¿te desconcierta Peter? jajaja Eso eso, mejor sigue leyendo ;-)

    ResponderEliminar