-
Lo siento, me has cogido por
sorpresa. Claro que acepto la copa, un ponche a poder ser.
-
Lo que quieras. – tenía una
sonrisa perfecta. – Enseguida vuelvo.
Peter se
acercó a por las bebidas y fue la primera vez que por mi cabeza se cruzó la
extraña idea de que estuviera intentando ligar conmigo. No, debía de ser el
alcohol, posiblemente habría bebido y eso le había hecho ser más directo.
-
¿Qué se supone que estás
haciendo? – Liliam se había acercado por mi derecha y me miraba con recelo. –
Aunque esté como un queso, sigue siendo tu profesor ¿recuerdas?
-
¿Qué? – la miré extrañada –
Lil, no estoy haciendo nada malo, sólo me ha invitado a un refresco. - ¿Eso era
algo malo? No, seguro que no.
-
Ya. Y luego te invitará a
salir a pasear y… - me miró seriamente. – Ya veremos dónde acaba esto.
-
Vas a hacer que me sienta
incómoda.
-
No, de eso nada. – negaba
fuertemente con la cabeza. – Sólo te estoy advirtiendo, para que cuando te
enamores, no me vengas quejándote de que todo el campus se mete contigo por ser
la chica del profe.
-
Liliam… – me reí a
carcajadas. – Eres única.
-
Lo sé. – aseguró orgullosa.
– Ya vuelve. – me avisó mirando por detrás de mi hombro. – Un consejito de
amiga: relájate y disfruta.
Me guiñó un
ojo y desapareció en cuestión de segundos.
-
Aquí tienes. – Peter me
acercó el refresco.
-
Gracias.
-
Oye. – dijo titubeante. – te
apetece que nos lo tomemos ahí fuera. – señaló la parte más allá de las vallas.
La voz de Liliam sonó en mi cabeza, “te lo dije” y justo después retumbó su risa. – No te
asustes, quiero enseñarte una cosa. – me tranquilizó.
-
Está bien.
Aunque no
estaba muy convencida, me dejé llevar. Salí con él por una puertecita que tenía
la valla, Amanda estaba cerca y me miró con el ceño fruncido, me encogí de
hombros pero no pareció convencerle. La verdad, es que aquella sí era una
situación incómoda y me estaba poniendo nerviosa. Cruzamos unos matorrales y
Peter me miró de reojo.
-
Ya casi hemos llegado. –
pareció darse cuenta de mi intranquilidad. – No pasa nada, Rachel, es algo que
te va a gustar, de verdad.
-
¿Pero dónde vamos?
-
He leído tus historias, todas
las que me dejaste. – aquello me sorprendió. – Son buenas, me gustan.
-
¿En serio?
-
Por supuesto. – sonrió
aunque apenas le veía, estaba oscuro. – Por eso te traigo aquí.
-
¿Por mis historias?
-
Bueno. – se aclaró la
garganta. – Creo que los escritores suelen plasmar muchos datos de su propia
persona en sus historias y me parece que gracias a ellas, te he conocido un
poquito más. – se paró delante de unos matorrales. – Por eso hemos bajado a
este lugar.
Agarró los
matorrales con cuidado y me dejó pasar entre ellos. Me había costado bajar
hasta allí con los tacones, y me alegré de llegar a un lugar llano. Justo
detrás había un gran foco que iluminaba un pequeño trozo del lago del campus. La
vegetación, las estrellas y aquel resplandor plateado de la luna en el agua
hacían de aquel lugar, un sitio encantador.
-
Por tus palabras he deducido
que te encanta el mar. – asentí con añoranza. – E imagino que lo echarás de
menos.
-
Así es. – contesté
melancólica.
-
Bueno, estoy un poco liado
con la universidad y no puedo llevarte al mar pero… pensé que a lo mejor este
lugar te ayudaba a no echarlo tanto de menos.
Miré a mi
alrededor, aquello era precioso. Un lugar perfecto dónde recrear cualquiera de
mis románticas historias y quizás no fuese la playa, pero era casi tan
relajante y plácido. Miré a Peter a los ojos, sonreía casi avergonzado ¿de
verdad había pensado en traerme aquí sólo por mis historias? No quería pensar
que las chicas tuvieran razón pero ¿y si fuera así? Me sentí incómoda nada más
que lo pensé, ahora no iba a poder mantener la misma relación con él. Me
conocía a mí misma y seguramente iba a volverme fría y distante, solía pasarme
con los chicos a los que yo le gustaba pero a mí no me interesaban por
cualquier motivo. Volví a echar otro vistazo al lugar y pensé que Peter no se
merecía eso, tenía que intentar comportarme con naturalidad, tenía que estar
tranquila y simplemente mantener las distancias.
-
¿Te gusta? – preguntó
ilusionado.
-
Sí, claro que me gusta. –
respondí con sinceridad. – ¿Cómo no me iba a gustar un sitio así? Gracias por
molestarte en enseñármelo.
-
No es molestia. Es mi forma
de agradecértelo.
-
¿Agradecerme el qué?
-
¿Crees que es fácil ser el
profesor de un montón de chicos que apenas son más jóvenes que yo? – se quejó
con amargura. - ¿Y crees también que mi discurso del primer día tiene efecto?
-
Sí, claro que lo tiene, lo
vi el día del partido.
-
No. – fue tajante. – Es
verdad que se acercan a mí y quieren tratarme como a un colega más, pero no lo
consiguen. Todos terminan teniendo una razón para acercarse a mí, todos
pretenden ser los amigos del profesor Richardson, nadie quiere ser amigo de
Peter. – sonó triste. – Excepto tú.
-
¿Yo? Pero si he sido la que
más veces te ha tratado de usted. – bromeé intentando animarlo.
-
Lo sé. – sonrió. – Pero sólo
por respeto. Cuando te he pedido que me trataras como a uno más, lo has hecho.
Es palpable la diferencia entre la Rachel que debate conmigo hasta la saciedad
en clase y la Rachel que me cuenta sus aficiones y me enseña sus historias
fuera de las aulas. – se acercó a mí un poco. - ¿Qué crees que hubiese pasado
si hubiera invitado a cualquier otra chica a una copa y la hubiese traído aquí?
– sonrió de medio lado. – Pensaría que intento ligar con ella. – miró al lago.
– No es fácil tratar a tus alumnos siendo joven. – se volvió hacia mí. – Sin
embargo, tú me has dado un voto de confianza y no sabes cuánto te lo agradezco.
-
Peter yo… – él no tenía ni
idea de que yo había pensado justamente eso. Me sentía estúpida.
-
Tú sólo tienes que
prometerme algo.
-
Dime. – me sentía en deuda
con él.
-
Sigue tratándome así y
siempre se sincera conmigo, para lo bueno y para lo malo. Me encanta como eres.
-
Gracias. – sentí como mis
mejillas se encendían. – te lo prometo.
-
Aunque… ¿sabes qué? – negué
con la cabeza. – Al contrario que con las demás chicas, si no fuera porque
tengo dos razones de peso, te invitaría a cenar un día de estos. – se rio.
-
¿Por dos razones de peso? –
sentí curiosidad.
-
Una está clara, eres mi
alumna y yo tu profesor. – asentí con la cabeza, estaba de acuerdo con él. – Y
la otra me la han chivado tus historias.
-
A ver, ¿Qué más te han
contado esas indiscretas palabras?
-
Que tú ya tienes a alguien
especial. – lo dijo mirándome a los ojos con seriedad.
-
¿A quién te refieres?
-
No sé, esperaba que tú me lo
dijeras. – me volvió a mostrar sus hoyitos. - ¿Quién es ese maravilloso chico
de ojos verdes que tanto sale en tus historias?
Me quedé a
cuadros. ¿De verdad yo había introducido a Matt en mis historias? Tenía que
reconocer que siempre había un personaje, ya fuese principal o secundario, que
solía hacer deporte y tenía los ojos verdes pero ¿era mi vecino?
-
¿Estoy equivocado? –
preguntó con los ojos entrecerrados.
-
No, puedo que no lo estés.
Sólo que nunca lo había…
-
¿Pensado? – me interrumpió y
asentí. – A veces, nuestro subconsciente habla por nosotros.
-
Será eso. – estaba
sorprendida conmigo misma.
-
Entonces ¿existe?
-
Sí, aunque, es complicado.
-
¿Tiene novia?
-
No. Al menos que yo sepa.
-
¿Es gay?
-
¡No! – sonreí y me quedé
pensativa. – Que yo sepa también. No, no puede ser gay. – me convencí a mí
misma.
-
De acuerdo. – Peter se rio.
– Si está soltero y no es gay… ¿es idiota quizás?
-
No ¿por qué?
-
Porque no entiendo entonces
qué más le podría impedir estar contigo.
Me quedé
helada, mirándole con perplejidad. Había dicho aquello completamente indignado,
como si le molestara. Me miraba a los ojos con seguridad mientras yo sentía
cómo desaparecía toda la mía.
-
No tienes la respuesta ¿verdad?
– preguntó con el ceño fruncido. – Conclusión: es un idiota.
-
Un idiota que está a muchos
kilómetros de distancia. – reaccioné al escuchar cómo lo insultaba. – Un idiota
que se ha llevado mucho tiempo pensando que me caía mal, sólo porque la verdadera
idiota soy yo.
-
¿Qué?
Le conté la
verdad sobre Matt y yo y él me escucho atentamente, sin borrar su gesto serio y
sereno. Las palabras me salían con rabia, me dolió oír cómo le ofendía.
-
Lo siento, no quería que te
lo tomaras así, quizás me he pasado de listo. – había arrepentimiento sincero
en sus ojos.
-
No pasa nada. – le disculpé
desanimada. – Pero, si no te importa, me gustaría volver a la fiesta.
-
Claro. – pareció algo
decepcionado.
-
Peter, no es por ti. –
después de todo, me sentí mal por él. – te agradezco todo esto, de verdad, pero
recordar a Matt… me pone triste. – le confesé.
-
Rachel. – se acercó a mí y
me sujetó las manos. Noté como se me encogía el estómago. – Lo que tenga que
pasar, pasará, pero no dejes que te haga mal algo que ni siquiera ha ocurrido.
La intensidad
de sus palabras y sobre todo de su mirada, me abrumaron. Dejó de sujetarme y
después de unos segundos mirándome fijamente a los ojos, puso rumbo a la casa.
Le seguí medio aturdida, no sabía muy bien que había pasado allí abajo, tampoco
cómo había terminado todo, sólo sabía que me sentía rara y que quería volver
con mis amigas.
Al llegar a la
fiesta, todos se nos quedaron mirando.
-
¡Qué caras más largas! –
dijo un chico cerca de nosotros.
-
Señor Richardson, parece que
no ha tenido mucha suerte ¿no? – se burló otro.
-
Habéis bebido demasiado para
saber lo qué estáis diciendo. – aseguró Peter. – Soy vuestro profesor y ella es
vuestra compañera, así que un respeto y dejaros de niñerías. Si oigo algún
chistecito más con mal gusto, mañana, con dolor de cabeza incluido, conoceréis
las consecuencias. – se volvió hacia a mí y habló bajito. – Lo siento, es culpa
mía.
Peter se
marchó de la casa entre la asombrada mirada de todos. ¿Qué le había ocurrido?
Entiendía que le sentaran mal las bromas pero acababa de cargarse toda la
confianza que los chicos tuvieran en él con esa amenaza.
-
Se nota que has pasado de
él. – escuché como Liliam me hablaba por detrás. – Vaya malos humos.
-
No lo entiendo. – negué con
la cabeza.
-
¿Qué ha pasado? – Amanda
parecía preocupada.
-
En realidad, nada, pero… ha
sido raro.
-
Por mí la fiesta está
terminada. – aseguró Lil. – Si quieres podemos ir a tu habitación y charlar
sobre ello.
-
Es una buena idea. – le
sonreí.
-
Me apunto. – dijo Amanda. –
dadme cinco minutos para despedirme de Eric y nos vemos allí.
Dicho y hecho.
Después de despedirnos de unos cuantos compañeros y coger nuestras cosas,
Liliam y yo nos dirigimos hacia la residencia. Lil quería agradecerle a Fred todo
lo que había hecho por ella pero parecía que las palabras de Sarah le habían
hecho desaparecer de la fiesta.
Cuando
llegamos vimos como Amanda se despedía de Eric en los escalones de la
residencia. Por mucho que abría mi mente, no podía entender lo que había
insinuado Fred. A mí me parecían una pareja perfecta y quizás sí, él era un
poco meloso, pero si a ella le gustaba, no veía el problema.
Media horas
más tarde, ya estábamos en la habitación, desmaquilladas y en pijama, Liliam
iba a dormir con nosotras. Yo incluso me había dado una ducha rápida para
quitarme el odioso olor a tabaco que se me había pegado en la fiesta.
Las chicas me
escucharon sin hacer comentarios ni interrumpirme, algo increíblemente
sorprendente en Liliam, sin embargo se explayó a conciencia cuando terminé.
-
Te lleva a un lugar que
puedas comparar con la playa, de noche, con un par de copas, se queja de lo
injusto que le tratan todos menos tú, te insinúa una cena, se indigna porque
Matt no ha aprovechado sus oportunidades contigo, se molesta porque te quieres
volver, y ya en la fiesta coge un mosqueo de aupa. Pues yo creo que está
clarísimo., si tú hubieses sido otro tipo de tía, hay abajo hubiera habido tema,
porque es lo que él buscaba.
-
Lil, no creo que fuera eso
lo que buscaba. – negué con la cabeza para reafirmarme. – si hubiese sido así,
se habría llevado a cualquier otra chica. Son evidentes las tías que hay
esperando una oportunidad así con él. Además, hubiese intentando algo ¿no?
-
Yo creo que estaba tanteando
el terreno. ¿tú qué crees Amanda?
-
¿Yo? – Amanda estaba medio
ausente, como si estuviera dándole vueltas a algo. – Creo que en parte lleváis
razón las dos. – la miramos esperando una explicación. – A ver, creo que como
dice Rachel, no estaba intentando enrollarse con ella. Lo hubiese tenido más
fácil con otra y él lo sabe, pero…
-
Pero… - Lil buscaba su parte
de razón.
-
Pues que sí creo que él
estaba tanteando el terreno. – Lil sonrió ampliamente y puso su cara de
orgullo. – Aunque por otro motivo.
-
¿Cuál? – pregunté impaciente.
-
No lo sé, llevo un rato
dándole vueltas pero no me aclaro. Que si sí, que si no… demasiadas
contradicciones. Y el enfado final… demasiado duro y arriesgado para las bromas
que le hicieron. No sé, no me cuadra. Creo que tendremos que esperar acontecimientos.
-
¿Esperar acontecimientos? –
Lil parecía incrédula. – Pero eso es demasiado aburrido, debería ir y
preguntarle directamente qué problema tiene. Además, él le ha pedido que sea
sincera.
-
Una cosa no tiene que ver
con la otra, Liliam, Rachel no puede ir por ahí exigiendo. Podrían darle muchos
palos.
-
¿Y qué es la experiencia si
no el nombre que le damos a nuestros errores?
-
Puedes citar a Wilde todo lo
que quieras, tu opción sigue siendo una locura y una flecha directa a una metedura
de pata importante.
-
Ya os lo he dicho ¿verdad?
Bueno, os lo recuerdo: ¡Aburridas!
Me quedé
mirándolas mientras reíamos, eran como el angelito bueno y el angelito malo
sobre mi cabeza. Siempre con versiones totalmente opuestas pero siempre
buscando lo mejor para mí. Para no variar, Amanda volvía a ganar en las
opciones, iba a esperar acontecimientos. Su madurez tenía más peso en mí que el
arrojo de Liliam, aunque muchas veces, deseaba tener una pizca de ese
atrevimiento para hacerlo todo.
Mientras Amanda
fue al baño, Liliam y yo discutíamos sobre si contarle lo qué había pasado con
Fred y Sarah. No sabíamos cómo iba a sentarle todo aquello, pero creímos que
debía saberlo.
-
Gracias por contármelo
chicas, hablaré con ellos. – dijo Amanda con seriedad.
-
¿Y ya está? – Preguntó Lil
indignada. – ¿No piensas explicarnos nada?
-
Lo siento. – parecía incómoda.
– No son asuntos míos, no puedo deciros nada.
-
¿Qué no son asuntos tuyos?
- volvió a insistir Liliam. – Entonces
¿qué es Eric?
-
Lil tiene razón. – apoyé a
mi amiga. – ¿Por qué Fred dijo esas cosas de Eric? Se supone que son amigos.
-
Son amigos. – aseguró
Amanda. – Pero Fred cree que desde lo de mi jefe, Eric se ha vuelto
sobreprotector y piensa que me va a hacer daño. Además, él tiene una visión…
distinta de las relaciones.
-
¿Y crees que Sarah llevaba
razón?
-
No, Liliam, Sarah se
equivoca. – dijo muy segura. – Pero la entiendo, sólo que… - su mirada era una
disculpa. – no puedo contaros nada más, lo siento, no insistáis más por favor.
-
No lo haremos. – me apresuré
a decir antes de que Liliam volviera a intentarlo. Amanda parecía estar
pasándolo mal. – Dejemos el tema aquí. – Amanda me sonrió agradecida. -
Deberíamos descansar ¿No creéis?
-
Aburridas… – refunfuñó Lil
mientras se acomodaba en el lado de la pared de mi cama. Amanda y yo nos
reímos.
No sé, me desconcierta este profesor. La relación con Amanda y Liliam va cada vez mejor. Ahora voy a leer el capítulo 9. Un beso
ResponderEliminarJajajaj ¿te desconcierta Peter? jajaja Eso eso, mejor sigue leyendo ;-)
ResponderEliminar