Bienvenido a este blog, dónde podrás descubrir un mundo lleno de personajes que sienten como tú. Comparte conmigo este sueño y ayúdame a alcanzarlo.

Espero que disfrutes leyendo tanto como yo lo hago escribiendo, porque en esta historia también estás tú, que aprendiste a madurar, a conocer, a enamorarte, a elegir, a equivocarte…

Todos vivimos nuestro propio Riverside.

martes, 20 de noviembre de 2012

CAPÍTULO 8 (Parte 1)


Diciembre había entrado tan rápido como se había ido Noviembre. El ritmo en el Campus era frenético y apenas me había dado cuenta de lo poco que le quedaba ya al otoño.
Llevar los estudios al día era bastante duro y estresante, pero en realidad Eric tenía razón, sólo era cuestión de aplicarse.

Respecto a lo social, mi amistad con Amanda seguía viento en popa, aunque entre los estudios y su noviazgo, sólo nos daba tiempo para dialogar un rato cada noche y almorzar juntas de vez en cuando.
Al contrario que con mi compañera, tuve más tiempo para estar con Liliam. Nos había costado entendernos al principio, pero cuando por fin lo hicimos, fue fácil afianzar lo que poco a poco se convertía en una bonita amistad. Me reía muchísimo con ella, porque siempre ideaba alguna contestación original o hacia el payaso de cualquier forma para sacarme una sonrisa. Aunque seguía sorprendiéndome su carácter. Por poner un ejemplo, un día en la biblioteca, un chico me había dado un papel con su número de teléfono para que se lo pasara a ella. Tal como se lo di, lo miró y lo destrozó.

-          “¿Hola, preciosa, llámame?” Por favor, quizás en tu próxima vida. – Miró al chico y le sonrió con sarcasmo. Él se largó inmediatamente.
-          Era mono. – confesé.
-          Pues reconstruye los pedazos y para ti. No me interesa lo más mínimo un tío que por su cara bonita piensa que vas a llamarle. Al menos podría haber demostrado tener el interés suficiente en mí como para traer el papel él mismo.
-          La verdad es que mirándolo así… – acepté.

Lo que era cierto es que Liliam tenía las cosas bastante claras, y cualquier chico no le servía. Además, aunque lo negara, cada vez que hablábamos de tíos, solía salir a relucir su moreno de manos grandes, que por cierto, no había vuelto a ver y que solía buscar a veces con la mirada mientras creía que yo no me daba cuenta.

También había tenido alguna que otra conversación con Peter fuera de clase. Una de ellas, fue una noche en la que fui a ver un partido de los niners al comedor, convertido en un mini pub deportivo para la ocasión. Allí se encontraba mi profesor y la verdad es que pude comprobar que lo que dijo en clase tuvo su efecto. Estaba rodeado de compañeros míos y otros chicos de segundo año. Me tranquilizó ver que no era la única chica de la habitación. Algunas porque les gustaba el fútbol como a mí, otras acompañando a sus chicos, y por supuesto, otras, simplemente por Peter.
Mi profesor me sonrió nada más verme y se acercó a mí sorteando obstáculos.

-          ¡Has venido! – se congratuló.
-          Juegan los niners ¿no?
-          Claro. – sonrió. – ven, conozco un buen sitio.

Me llevó hasta una parte dónde había sillones y banquetas. Estaba a tope pero encontramos un par de huecos.

-          Va empezar. – dije emocionada. – me encanta Sam. Nuestra mascota es el chico más guapo de la NFL
-          Vaya, sí que era verdad que te gusta el fútbol.
-          ¿Lo dudabas? – bromeé haciéndome la ofendida.
-          No, en realidad no. – sonrió. – sólo que tenía la esperanza de que te gustaran más los delfines.
-          ¿Los Dolphins? ¿En serio? Vamos, Peter. Están en la otra punta de Estados Unidos.
-          ¿Y qué? Me gustan. – se encogió de hombros. – Aunque la culpa puede que la tenga Ace Ventura. - bromeó y no pude evitar reírme.

El partido se puso emocionante nada más comenzar, y aunque eso hubiese sido suficiente para acabar nuestra conversación, Peter consiguió que le prestara más atención a él que al partido. Todo un logro. Lo cierto es que era un chico muy interesante, era inteligente y tenía mucho sentido del humor. Pensé en lo que las chicas habían estado hablando días atrás, pero la realidad es que hablaba conmigo como con cualquier chica o chico que se le acercaba. Me sentía bien a su lado, cuando él hablaba era como si mi timidez desapareciera, porque en realidad, no era una situación que me produjera vergüenza alguna ni incomodidad. Hablamos de muchos temas, descubrió que me gustaba escribir e insistió que debía enseñarle alguna de mis historias. Siempre estaban bien los consejos de algún lector, y más si era un profesor, así que acepté.
Cuando terminó el partido le dije a Peter que lo había pasado muy bien, pero que volvía a la residencia a descansar. Él se despidió de mí y siguió charlando con un grupo de jóvenes en el que no desentonaba para nada.
Al fin pude convencer a Lil y Amanda de que aquel chico sólo pretendía ser mi amigo, aunque dudaba de que hubieran aceptado sólo para callarme.

Tampoco había dejado de buscar la carta de Matt durante todo el mes. Pero ni con la ayuda de Amanda la encontré, y eso que pusimos la habitación patas arribas. Estaba desanimada, aquella carta era importante para mí, me gustaba leerla e imaginar cuánto de especial era para él. También deseaba enseñársela a las chicas para que me dieran su opinión porque el resumen que les hice me sonó muy soso comparado con sus palabras, pero ya estaba más que claro que la había perdido.
Por las noches, antes de dormir, cerraba los ojos y me concentraba en la imagen que tenía grabada de él, siempre sonriendo, con esos ojos verdes llenos de extrañas sombras pero maravillosamente penetrantes. No tenía su carta físicamente, pero tenía una gran memoria y una bonita imaginación.

Esa tarde estaba en la ventana de mi habitación, sintiendo como el aire frío me daba en la cara. La nieve que había en la cima de las montañas que se veían detrás de la torre del reloj, dejaban claro que el invierno estaba a la vuelta de la esquina. Me abracé a mí misma.
Aquel día era el cumpleaños de Liliam que llevaba toda la semana emocionada. Era la primera vez que celebraba un cumpleaños fuera de Italia y estaba muy ilusionada con todos los preparativos. Amanda le había pedido a Fred que nos consiguiera unas invitaciones para algún lugar de moda cerca del Campus y el chico pensó que sería mejor montar una en el propio campus. Tenía un amigo en una de las casas de hermandad que estaban cerca del lago y le pidió que nos dejara hacer la fiesta en los jardines traseros de la casa. El muchacho aceptó a cambio de poder participar con sus amigos. El trató fue justo.
Amanda salió de la ducha envuelta en una toalla celeste en ese momento.

-          Cierra la ventana Rach. – dijo mientras tiritaba. – Vas a conseguir que coja una pulmonía.
-          Vaya, te has dado cuenta de mi maléfico plan. – bromeé mientras la cerraba.
-          Quieres quedarte con toda esta habitación para ti solita ¿no? Lo sabía. – sonrió. - ¿Por qué aún sigues así? Hoy es tu gran noche.
-          No, Amanda, en serio, no quiero ligar con cualquiera. Ya lo hemos hablado.
-          Lo sé. – se rio mientras se vestía. – Era broma. Pero si alguno te hace tilín…
-          No hay quién pueda con vosotras dos. – refunfuñé. – me voy a la ducha.
-          No te enfades. – me dijo atrapándome con su brazo mientras intentaba cruzar hacia el cuarto de baño. – Vamos a pasarlo genial. – me besó en la mejilla impregnándome del aroma de su jabón de vainilla. – Ya lo verás. – terminó para dejarme seguir mi camino.

Amanda era la persona más cariñosa que había pasado por mi vida. Siempre tenía un beso o un abrazo para mí. Era detallista y generosa y cada día me alegraba más de poder disfrutarla aunque fuera en pequeñas dosis.
Mientras me duchaba, oí como Liliam entraba en la habitación como un huracán. Asomó la cabeza por la puerta del baño.
- ¡Hola! ¡Ya soy más vieja y estoy más loca!gritó y no pude más que sonreir y darme prisa.

Cuando por fin estaba lista, salí y comprobé que Sarah se había unido al grupo. Las chicas se quedaron mirándome como si no me conocieran de nada y me hubiera colado en su habitación sin venir a cuento.

-          ¿Quién eres tú y que has hecho con nuestra amiga? – Dijo Lil con los ojos muy abiertos.
-          Guau, ¿de dónde has salido? – preguntó Sarah.
-          Ahora está claro, esta es tu noche. – aseguró Amanda.

Me eché a reír. Sólo llevaba unos pitillos oscuros, una camisa blanca, tacones y chaqueta negra, pero me había alisado el pelo y me había pintado un poco. Era normal que no me reconocieran, no estaban acostumbradas a verme así, ni siquiera yo lo estaba.
Cuando estuvimos todas listas, nos dirigimos directamente al lugar de la fiesta. Los chicos y los demás invitados estarían esperando.

Al llegar comprobamos que Fred se había currado mucho el decorado, la música y la ambientación. Había utilizado el jardín de la casa para la celebración. Todo tenía guirnaldas y luces, y unos focos bastante potentes. En el centro había colocado a un Dj aficionado pero con buena pinta y una improvisada pista de baile, para terminar con varias mesas a los lados llenas  de ponches y refrescos, canapés y pasteles. En el centro de las mesas, la tarta de cumpleaños presidía todo. Él apenas conocía a Liliam, pero creo que disfrutaba tanto montando fiestas que se empleó a fondo.

No conocía a la mayoría de chicos y chicas que había allí. Pero no era algo que me preocupara después de ver la cara de satisfacción de Lil al observar todo aquello. Poco a poco fuimos integrándonos en la fiesta y conociendo gente. Me fue mucho más fácil con Amanda y Liliam allí. Mientras que mi compañera conocía a la mitad de las personas de la fiesta, mi amiga italiana hizo por conocer a la otra mitad.

De repente, mientras estaba hablando con unos chicos de mi clase de gramática, Liliam llegó como una exhalación y me tiró del brazo para sacarme del grupo.

-          Está ahí. – Tenía los ojos muy abiertos y hablaba bajito.
-          ¿Quién?
-          Él. Mi moreno, el de las manos grandes.
-          ¿En serio? ¿Dónde?
-          Detrás de mí, hablando con Fred. Lleva vaqueros claros y camiseta blanca.
-          ¿El alto y delgado de pelo corto?
-          Sí, ese. – miró de reojo y se volvió rápidamente. - ¡Mierda! Viene hacia aquí. Debe haberse dado cuenta de que hablamos de él.
-          ¿Qué dices? Eso es imposible. – Era verdad que el chico se acercaba. Además lo hacía muy sonriente. – Casi está aquí, compórtate con naturalidad y sobre todo, no seas borde. – le aconsejé.
-          Lo intentaré.

Era la primera vez que veía a Liliam nerviosa. Para que luego decía que no le interesaba demasiado. Miré al chico disimuladamente y ya no pude apartar la vista de sus ojos, me miraba de frente, justo a mí y sonreía de oreja a oreja. Llegó hasta nosotras y se paró en seco frente a mí.

-          Hola Rachel. – dijo como si nos conociéramos de toda la vida.
-          Perdona – no sabía quién de las dos estaba más sorprendida – ¿nos conocemos? – pregunté intrigada.
-          Pues, no sé. Quizás sólo te conozco yo a ti. – sonó misterioso pero parecía estar divirtiéndose.
-          Explícate. - le exigí.
-          Dime una cosa ¿Te has adaptado ya? ¿Has conocido a gente nueva este primer mes? – miró a Lil de reojo. – Parece que sí, me alegro. – me miró y sonrió de medio lado. – Aunque te he buscado por el periódico del campus y nada ¿usas seudónimo o aún no te han reclutado? – A Lil se le iban a salir los ojos de la cara.
-          ¿Cómo sabes todo eso? – me estaba empezando a asustar. Él se rio.
-          Espera un segundo. – se sacó la cartera del bolsillo de atrás del pantalón, la abrió y cogió un papel muy bien doblado. – Creo que esto es tuyo.
-          ¿Qué es? – lo desenvolví y me quedé a cuadros. Era la carta de Matt. - ¿Cómo tienes tú esto? – le pregunté indignada. – Llevo un mes buscándola. ¿De dónde la has sacado?
-          Tranquila. – me dijo mientras gesticulaba con las manos. – La tengo desde el primer día de clase. Nos chocamos en las taquillas ¿Te acuerdas? – hice memoria y lo recordé. ¡Claro! Era el chico que tenía tanta prisa. – Se traspapeló con mis cosas. – se encogió de hombros. – Y si además de haber un montón de chicas con tu nombre en esta universidad, tú vas y te cambias de peinado…
-          Primero. – estaba muy enfadada con aquel chico. – Es la primera vez que me aliso el pelo desde que llegué. Segundo. No creo que haya tantas Rachel de primer año en periodismo, y tercero… – si hubiera sido un tetera, habría echado humo. – ¿Con qué derecho lees mi carta?
-          ¿Y cómo querías que te encontrara? – preguntó con tranquilidad. – Si quieres me la vuelvo a llevar y hago como si no tuviera ni idea de lo que pone dentro. – acercó su mano a la carta y la encogí con rapidez. Quizás tenía razón, pero me daba tanta rabia saber que podría haberme localizado antes… Él sonrió como si me leyera el pensamiento. – Oye lo siento ¿vale? Si me dejas te recompenso por la tardanza.
-          ¿Y cómo vas a hacer eso?
-          Fácil. – iba de sobrado y me ponía de los nervios. – ¿Una copa?
-          ¿Una? – lo miré de reojo y lo vi claro, iba a tener de su propia medicina. – ¿Acaso no ves que somos dos?
-          Bueno. – el chico miró a Liliam con los ojos entrecerrados. – Tienes razón, serán dos copas.
-          Y un nombre. – le dije.
-          Está bien, y un nombre. – sonrió. – Me llamó David.
-          Muy bien, David. Cómo ya sabes cómo me llamo, te presento a mi amiga Liliam. – él la saludó con un asentimiento de cabeza. – Y toda esta fiesta es para ella. Es su cumpleaños.
-          Entonces, felicidades. Iré por las copas para celebrarlo.

David se marchó a la barra después de preguntarnos qué beberíamos. Miré a Liliam sonriendo ampliamente pero ella estaba seria.

-          Tu morenito de manos grandes ya tiene nombre. – le dije mientras la golpeaba con el codo.
-          Siempre lo ha tenido, simplemente no lo sabíamos.
-          ¿En serio? – bromeé, pero ella seguía seria. – Vamos Lil ¿qué es lo que te pasa?
-          ¿No te has fijado? – me miró con rabia, aunque no era por mí. – ni siquiera me ha mirado hasta que tú le has insinuado que existía.
-          Estaba hablándome de la carta, es normal, pero ha dicho que vamos a celebrar tu cumpleaños ¿no?
-          No le gusto. – dijo tajante y desanimada.
-          Lil, sólo ha estado aquí un minuto, dale tiempo.
-          Eso se nota en tan sólo un minuto. – dijo mi amiga.
-          ¿El qué se nota en tan poco tiempo? – preguntó David al llegar a nosotras con las copas en la mano.
-          La música. – dije espontáneamente. – Hablábamos del DJ. Liliam piensa que en un minuto se pude saber si es bueno, yo creo que necesita más tiempo.
-          Un minuto es poco tiempo para todo. – dijo sonriente. Tenía los ojos muy oscuros. – Pero se puede intuir de que va el rollo. – concluyó.

Intenté sacar varios temas para que ambos conversaran, sin embargo, sólo hablábamos él y yo. Liliam estaba desconocidamente callada, tanto que incluso me dejó a solas con él con la escusa de ir al baño.

-          Tu amiga es muy silenciosa ¿no? – preguntó él.
-          ¿Liliam? – no puede evitar reírme. – No, para nada. Más bien todo lo contrario.
-          ¿Entonces? ¿No le está gustando su fiesta?
-          Sí, pero creo que le ha sentado algo mal. Lleva un rato así. Sólo que no quiere decirlo para no estropearnos la diversión. – me inventé sobre la marcha.
-          Será eso porque antes parecía un tsunami por la fiesta.
-          ¿Un Tsunami? ¿Estabas observándola?
-          Bueno… - era la primera vez que vacilaba al responder. – Fred me dijo que ella era el motivo de la fiesta.
-          Ya. – me quedé mirándole pero no varió su gesto sereno. – La verdad es que tienes razón, no es normal que ella esté así. Si me disculpas, voy a ver si se encuentra bien.
-          Claro que te disculpo, pero antes querría decirte algo. – le miré expectante. – Si quieres mi opinión, a ese chico le molas. – fue lo más serio que dijo en toda la noche.
-          ¿A quién? – miré hacia los lados.
-          No está aquí. Al menos creo que no. – sonrió otra vez. – Me refiero al chico de la carta. – me quedé mirándole perpleja. – siento haberla leído pero ya que lo he hecho…
-          ¿Y por qué crees que le gusto? – era una locura pero necesitaba escucharlo.
-          Porque sí, por cómo te habla. Hay sufrimiento en esas palabras, no sé por qué, pero lo hay. Y aun así, demuestra dejar de sentirlo cuando te habla.
-          Te agradezco tu opinión pero no he entendido nada de lo que quieres decir..
-          Yo tampoco lo entiendo muy bien. – se encogió de hombros. – pero le molas. – aseguró. – Y ahora, será mejor que vayas a buscar a tu amiga. Yo me voy a perder un poco por ahí ¿ok? Ya nos veremos Rachel.

David se despidió de mí levantando el vaso y se perdió entre la gente. ¿Sufrimiento? ¿En qué lugar de la carta veía ese sufrimiento? ¿Y cómo era posible que demostrara dejar de sentirlo cuando me hablaba? Pero si la carta estaba escrita a mí completamente.
Estaba claro que ese chico se estaba quedando conmigo. La verdad era que había estado hablando un rato con él y aún no sabía si me caía bien o mal, sólo que era extraño.
Llegué hasta el baño justo cuando Liliam salía de él.

-          ¿Cómo te encuentras? ¿Estás bien? – le pregunté.
-          Estoy bien. ¿Ya se ha ido? – miró detrás de mí.
-          Sí. – me quedé pensando en lo que me había dicho.
-          ¿Qué pasa?
-          Nada, es que me ha dicho algo muy raro sobre la carta, pero creo que estaba bromeando. – me quedé mirándola. Aún estaba desanimada. – Escúchame. Luego hablamos de todo lo que quieras y te quejas todo lo que te apetezca, pero ahora estamos en tu fiesta y quiero que la disfrutes ¿de acuerdo? – parecía no estarlo, pero se me ocurrió algo. – ¿O es que ese chico es tan importante como para detener la diversión de tu cumpleaños?
-          ¿Qué? ¡Si, claro! que se lo ha creído. – despertó por fin. – Vamos a mover el esqueleto, nena. – dijo mientras me arrastraba a la pista de baile.

Me sentí orgullosa de conocerla lo suficiente como para conseguir un cambio radical en su estado de ánimo. Era su fiesta y me negaba a que lo pasara mal por alguien que ni conocía, además, era un engreído.

Amanda, que había estado perdida por aquella marabunta de personas, apareció a ratos para bailar con nosotras, aunque siempre le seguía su inseparable Eric. A veces daba la sensación de ser su guardaespaldas. Era demasiado protector con ella para mi gusto.

-          ¿Guardaespaldas? – preguntó Fred mientras se movía en un mareante vaivén de pasos. – Lo que parece es su marido. Qué tío más plasta.
-          ¡Déjalos! Sólo están enamorados. – Defendió Sarah.
-          Eso no es amor Sarah, eso es obsesión. – sostenía él sorprendentemente. – Algún día ella se dará cuenta y todos sus sueños caerán al suelo y se romperán en mil pedazos.
-          ¿Por qué dices eso? – le pregunté. – A mí me parecen de las parejas más estables y bonitas que he conocido.
-          No le eches cuenta, Rach. – Sarah parecía enfadada. – Fred sólo está deseando que rompan para poder ir él a consolarla. ¿No es así?
-          No tienes ni idea de lo que estás hablando. – Fred la miró con rabia y salió disparado de la pista de baile.
-          Oye Sarah, creo que te has pasado un poco. – observó Lil.
-          Sí. – estuve de acuerdo con mi amiga. - Y aunque tuvieras razón, no creo que Fred hable así de Eric sólo por eso. Es su amigo y, equivocado o no, tendrá sus motivos.
-          Y vosotras qué sabréis. – Sarah también se marchó indignada.
-          Si lo sé no digo nada. – dije para mí en voz alta.
-          Hay gente que no sabe beber. – Liliam le quitó hierro al asunto. – Oye, vuelvo en un segundo ¿vale? Me muero de sed.

Asentí con la cabeza y vi como se alejaba. ¿Qué acababa de pasar entre Fred y Sarah? Es verdad que no los conocía demasiado, pero jamás había visto interesado a Fred en Amanda. Y mucho menos habría pensado algo así de Eric. Si me hubiesen preguntado a mí, no les habría dado la razón a ninguno, pues no entendía ni la desconfianza de él, ni la crueldad de ella.

De repente, el Dj cambió sutilmente de canción, aunque la reconocí enseguida. “In my pocket” de Mandy Moore, sonaba a todo volumen sobre nuestras cabezas. Sus notas árabes me envolvieron hasta el punto de cerrar los ojos e imaginarme bailando en casa, encerrada en mi habitación con los cascos puestos. Me dejé llevar por la música y ni siquiera me di cuenta de que alguien se acercaba a mí.

-          No me extrañaría nada que tuvieras a más de uno en tu bolsillo. – me susurraron al oído. Abrí los ojos y me di la vuelta para sorprenderme al ver que esas palabras había salido de Peter. – ¡Guau! – me miró de arriba abajo. – Estás… impresionante.
-          No sé si darte las gracias, Peter, o llamarle la atención – esperé un par de segundos. – Señor Richardson.
-          ¡Uh! – se puso una mano en el estómago. – eso ha sido un golpe bajo. – sonrió con los ojos vidriosos y las mejillas rosadas. – En serio Rachel, estás muy guapa, aunque sea tu profesor, he de reconocerlo.
-          Pues entonces… – era la primera vez que me sentía avergonzada con él. – gracias.
-          No me las des, deja que te invite a una copa mejor. – sonó tan directo que me lo tuve que pensar. - ¿No dices nada?


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